Atribuido a ANTONIO CARNICERO MANCIO (Salamanca, 1748 – Madrid, 1814). “Retrato de Carlos IV y María Luis de Parma”, c.1805. Pareja de oleos sobre lienzo. Reentelados. Conservan marcos de estilo Carlos IV, c 1800, adaptados. Medidas: 40 x 27 cm (x2); 49 x 36 cm (marcos, x2). Pareja de pinturas en las que se representan a los monarcas Carlos IV y su esposa Maria Luisa de Parma. En ambos casos el artista ha respectado las directrices estéticas propias de los retratos de corte, ambos protagonistas situados en el centro de la escena, con una postura erguida y regia apoyados en el caso del rey, sobre su baston de mando, y en la obra de la reina sobre su corona de soberna. Los dos retratos se desarrollan en un espacio interior que destaca por la pompa y la magnificencia que desprende. Estéticamente las obras se acercan a la pintura de Antonio Carnicero, quien alcanzó una gran fama como retratista, e inmortalizó a los monarcas en numerosas ocasiones. Además, cabe citar que, en muchas de sus obras Carnicero, trabajó en pequeños formatos demostrando una gran maestría. Pintor y grabador, hijo del escultor barroco Alejandro Carnicero, fue también un excelente miniaturista. Ingresó a los diez años en la Academia de San Fernando de Madrid, y acompañó a su hermano Isidro a Roma. En la capital italiana permaneció seis años, perfeccionando su arte y participando en diversos certámenes artísticos, siendo premiado en varios de ellos. A su regreso a España completó su formación en la Academia madrileña. Por estos años inicia su colaboración con José del Castillo, con quien trabajó desde 1775 cartones para tapices de la Real Fábrica, destinados a decorar las habitaciones de la princesa de Asturias en el palacio de El Pardo. Como dibujante ilustró las ediciones de “El Quijote” que publicó la Real Academia Española en 1780 y 1782. En 1790 realizó dibujos preparatorios para grabados, entre ellos su destacada serie titulada “Tauromaquia”. En 1796 y tras anteriores intentos fallidos, es nombrado Pintor de Cámara de Carlos IV. Entre esta fecha, y hasta 1799, realizó las ilustraciones del libro “El Real Picadero”, por encargo de Manuel Godoy, que sin embargo no pudo concluir. Colaboró también con la “Colección de trajes”, serie sobre los tipos populares en España, realizando entre 1778 y 1784 siete ilustraciones con personajes típicos de las Islas Baleares. Sus escenas de baile y paseos, o los vuelos de globos Montgolfier, se adscriben al estilo rococó. Sin embargo, en sus retratos se aprecia un mayor clasicismo, como se ve en su “Retrato de Carlos IV con armadura” y en el “Retrato de Manuel Godoy”. Entre la variedad de estilos y géneros tratados por el artista se encuentra una obra de carácter excepcional, “La alegoría de la Vigilancia”, de temática moral, pintada con dramáticos contrastes de luces y sombras que anticipan la estética romántica de los sublime. En la década de 1780 Carnicero trabajó en una serie de óleos con vistas de caminos y puertos, encomendada originalmente por Carlos III a Mariano Ramón Sánchez, que refleja el sofisticado interés cultural e ilustrado de la época por conocer al patrimonio histórico, arqueológico y geográfico del país. Durante estos años el pintor fue enviado a Aranjuez como profesor de dibujo del Príncipe Fernando. En relación con esto cumplirá un mes de prisión en 1806, tras los incidentes del llamado “proceso del Príncipe”. No obstante, tras su encarcelamiento acepta permanecer en su cargo de Pintor del Rey. La usurpación de José I Bo
Atribuido a ANTONIO CARNICERO MANCIO (Salamanca, 1748 – Madrid, 1814). “Retrato de Carlos IV y María Luis de Parma”, c.1805. Pareja de oleos sobre lienzo. Reentelados. Conservan marcos de estilo Carlos IV, c 1800, adaptados. Medidas: 40 x 27 cm (x2); 49 x 36 cm (marcos, x2). Pareja de pinturas en las que se representan a los monarcas Carlos IV y su esposa Maria Luisa de Parma. En ambos casos el artista ha respectado las directrices estéticas propias de los retratos de corte, ambos protagonistas situados en el centro de la escena, con una postura erguida y regia apoyados en el caso del rey, sobre su baston de mando, y en la obra de la reina sobre su corona de soberna. Los dos retratos se desarrollan en un espacio interior que destaca por la pompa y la magnificencia que desprende. Estéticamente las obras se acercan a la pintura de Antonio Carnicero, quien alcanzó una gran fama como retratista, e inmortalizó a los monarcas en numerosas ocasiones. Además, cabe citar que, en muchas de sus obras Carnicero, trabajó en pequeños formatos demostrando una gran maestría. Pintor y grabador, hijo del escultor barroco Alejandro Carnicero, fue también un excelente miniaturista. Ingresó a los diez años en la Academia de San Fernando de Madrid, y acompañó a su hermano Isidro a Roma. En la capital italiana permaneció seis años, perfeccionando su arte y participando en diversos certámenes artísticos, siendo premiado en varios de ellos. A su regreso a España completó su formación en la Academia madrileña. Por estos años inicia su colaboración con José del Castillo, con quien trabajó desde 1775 cartones para tapices de la Real Fábrica, destinados a decorar las habitaciones de la princesa de Asturias en el palacio de El Pardo. Como dibujante ilustró las ediciones de “El Quijote” que publicó la Real Academia Española en 1780 y 1782. En 1790 realizó dibujos preparatorios para grabados, entre ellos su destacada serie titulada “Tauromaquia”. En 1796 y tras anteriores intentos fallidos, es nombrado Pintor de Cámara de Carlos IV. Entre esta fecha, y hasta 1799, realizó las ilustraciones del libro “El Real Picadero”, por encargo de Manuel Godoy, que sin embargo no pudo concluir. Colaboró también con la “Colección de trajes”, serie sobre los tipos populares en España, realizando entre 1778 y 1784 siete ilustraciones con personajes típicos de las Islas Baleares. Sus escenas de baile y paseos, o los vuelos de globos Montgolfier, se adscriben al estilo rococó. Sin embargo, en sus retratos se aprecia un mayor clasicismo, como se ve en su “Retrato de Carlos IV con armadura” y en el “Retrato de Manuel Godoy”. Entre la variedad de estilos y géneros tratados por el artista se encuentra una obra de carácter excepcional, “La alegoría de la Vigilancia”, de temática moral, pintada con dramáticos contrastes de luces y sombras que anticipan la estética romántica de los sublime. En la década de 1780 Carnicero trabajó en una serie de óleos con vistas de caminos y puertos, encomendada originalmente por Carlos III a Mariano Ramón Sánchez, que refleja el sofisticado interés cultural e ilustrado de la época por conocer al patrimonio histórico, arqueológico y geográfico del país. Durante estos años el pintor fue enviado a Aranjuez como profesor de dibujo del Príncipe Fernando. En relación con esto cumplirá un mes de prisión en 1806, tras los incidentes del llamado “proceso del Príncipe”. No obstante, tras su encarcelamiento acepta permanecer en su cargo de Pintor del Rey. La usurpación de José I Bo
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