Atribuido a ISIDORO TAPIA (Valencia, h. 1712 – act. hasta 1771/77). “Inmaculada”. Óleo sobre cobre. Medidas: 9 x 8 cm; 19 x 17 cm (marco). Miniatura en la que se observar la representacion de la Inmaculada perfectamente enmarcada dentro del siglo XVIII español, marcado a nivel estilístico por el rococó, aunque a nivel iconográfico sigue los modelos establecidos en el barroco. Vemos a María vestida de blanco y azul (símbolos de pureza y de los conceptos de verdad y eternidad, respectivamente), rodeada de ángeles niños, de pie sobre nubes. La Cristiandad medieval debatió apasionadamente la creencia de que María había sido concebida sin mancha de pecado original. Algunas universidades y corporaciones juraban defender este privilegio de la Madre de Dios, varios siglos antes de que el Concilio Vaticano I definiera el dogma de fe en 1854. A finales de la Edad Media nació la necesidad de dar forma iconográfica a esta idea, y se tomó el modelo de la Mujer Apocalíptica de San Juan, manteniendo unos elementos y modificando otros (la Mujer Apocalíptica está encinta, pero no la Inmaculada). La imagen definitiva llega a concretarse en el siglo XVI, y al parecer en España. Siguiendo una tradición valenciana, el jesuita Padre Alberro tuvo una visión de la Inmaculada Concepción y la describió al pintor Juan de Juanes para que la plasmase con la mayor fidelidad. Se trata de un concepto iconográfico evolucionado, que a veces asocia el tema de la Coronación de la Virgen. María aparece de pie, vestida con túnica blanca y manto azul, cruzadas las manos sobre el pecho, con la luna a sus pies (en recuerdo a la castidad de Diana) y pisando la serpiente infernal. En torno a la cabeza, como una aureola, lleva las doce estrellas, símbolo de plenitud y alusivas a las doce tribus de Israel. La mayoría de estas imágenes aparecen acompañadas, en la pintura, por los símbolos marianos de las letanías y salmos, como la rosa mística, la palmera, el ciprés, el huerto cerrado, el arca de la Fe, la puerta del Cielo, la torre de marfil, el sol y la luna, la fuente sellada, el cedro del Líbano, el espejo sin mancha, la estrella matutina, etc. En la pintura barroca, el fondo suele ser celestial y poblado de ángeles, pues los artistas a partir del siglo XVII mantienen fielmente el tipo iconográfico pero prescinden de los símbolos de las letanías o los reducen, incorporándolos a la composición de forma naturalista, y buscan un mayor dinamismo y sentido de teatralidad. Pintor enmarcado dentro del rococó español, el valenciano Isidoro de Tapia se formó con Evaristo Muñoz, según Ceán Bermúdez. En Valencia realizó varias obras por encargo público, y en 1743 se trasladó a Madrid. Ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde fue nombrado académico de mérito en 1755. Se cree que pasó también un tiempo trabajando en Portugal. Fue profesor de dibujo en la Academia hasta su muerte, y trabajó también para las Reales Caballerizas del Palacio Real. Aunque se conocen pocas obras firmadas de su mano, Ismael Gutiérrez Pastor construyó un pequeño catálogo de veintiocho obras que permiten comprender la personalidad de este pintor, y también reconstruyó su vida a partir de documentos conocidos e inéditos. Actualmente se conservan obras de Isidoro de Tapia en la Academia de San Fernando y otras colecciones.
Atribuido a ISIDORO TAPIA (Valencia, h. 1712 – act. hasta 1771/77). “Inmaculada”. Óleo sobre cobre. Medidas: 9 x 8 cm; 19 x 17 cm (marco). Miniatura en la que se observar la representacion de la Inmaculada perfectamente enmarcada dentro del siglo XVIII español, marcado a nivel estilístico por el rococó, aunque a nivel iconográfico sigue los modelos establecidos en el barroco. Vemos a María vestida de blanco y azul (símbolos de pureza y de los conceptos de verdad y eternidad, respectivamente), rodeada de ángeles niños, de pie sobre nubes. La Cristiandad medieval debatió apasionadamente la creencia de que María había sido concebida sin mancha de pecado original. Algunas universidades y corporaciones juraban defender este privilegio de la Madre de Dios, varios siglos antes de que el Concilio Vaticano I definiera el dogma de fe en 1854. A finales de la Edad Media nació la necesidad de dar forma iconográfica a esta idea, y se tomó el modelo de la Mujer Apocalíptica de San Juan, manteniendo unos elementos y modificando otros (la Mujer Apocalíptica está encinta, pero no la Inmaculada). La imagen definitiva llega a concretarse en el siglo XVI, y al parecer en España. Siguiendo una tradición valenciana, el jesuita Padre Alberro tuvo una visión de la Inmaculada Concepción y la describió al pintor Juan de Juanes para que la plasmase con la mayor fidelidad. Se trata de un concepto iconográfico evolucionado, que a veces asocia el tema de la Coronación de la Virgen. María aparece de pie, vestida con túnica blanca y manto azul, cruzadas las manos sobre el pecho, con la luna a sus pies (en recuerdo a la castidad de Diana) y pisando la serpiente infernal. En torno a la cabeza, como una aureola, lleva las doce estrellas, símbolo de plenitud y alusivas a las doce tribus de Israel. La mayoría de estas imágenes aparecen acompañadas, en la pintura, por los símbolos marianos de las letanías y salmos, como la rosa mística, la palmera, el ciprés, el huerto cerrado, el arca de la Fe, la puerta del Cielo, la torre de marfil, el sol y la luna, la fuente sellada, el cedro del Líbano, el espejo sin mancha, la estrella matutina, etc. En la pintura barroca, el fondo suele ser celestial y poblado de ángeles, pues los artistas a partir del siglo XVII mantienen fielmente el tipo iconográfico pero prescinden de los símbolos de las letanías o los reducen, incorporándolos a la composición de forma naturalista, y buscan un mayor dinamismo y sentido de teatralidad. Pintor enmarcado dentro del rococó español, el valenciano Isidoro de Tapia se formó con Evaristo Muñoz, según Ceán Bermúdez. En Valencia realizó varias obras por encargo público, y en 1743 se trasladó a Madrid. Ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde fue nombrado académico de mérito en 1755. Se cree que pasó también un tiempo trabajando en Portugal. Fue profesor de dibujo en la Academia hasta su muerte, y trabajó también para las Reales Caballerizas del Palacio Real. Aunque se conocen pocas obras firmadas de su mano, Ismael Gutiérrez Pastor construyó un pequeño catálogo de veintiocho obras que permiten comprender la personalidad de este pintor, y también reconstruyó su vida a partir de documentos conocidos e inéditos. Actualmente se conservan obras de Isidoro de Tapia en la Academia de San Fernando y otras colecciones.
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