Escuela española del siglo XVI. Círculo de FRANCISCO DE ZURBARÁN (Fuente de Cantos, Badajoz, 1598 – Madrid, 1664). "Virgen con niño Salvator Mundi". Óleo sobre lienzo. Reentelado a finales del siglo XVIII. Medidas: 111 x 85 cm; 120 x 93 cm (marco). La estela de la pintura mariana de Zurbarán se hace manifiesta en esta obra de Cristo como "Salvator Mundi", una iconografía que representa el concepto cristológico de Jesucristo como salvador universal, en relación a su papel como juez en el Juicio Final y a su carácter de Redentor. El canon monumental de la Virgen y el niño, su presencia escultórica, ha sido lograda mediante el sutil modelado lumínico. La ternura melancólica de los rostros y el modo en el que las figuras emergen rotundas de un fondo nebuloso se aprecia la influencia de Zurbarán. Francisco de Zurbarán se formó en Sevilla, donde fue discípulo de Pedro Díaz de Villanueva entre 1614 y 1617. En este período tendría la ocasión de conocer a Pachecho y Herrera, y de establecer contactos con sus coetáneos Velázquez y Cano, aprendices como él en la Sevilla de la época. Tras varios años de aprendizaje diverso, Zurbarán regresó a Badajoz sin someterse al examen gremial sevillano. Se estableció en Llerena entre 1617 y 1628, ciudad donde recibió encargos tanto del municipio como de diversos conventos e iglesias de Extremadura. En 1629, por insólita proposición del Consejo Municipal, Zurbarán se instala definitivamente en Sevilla, iniciándose el decenio más prestigioso de su carrera. Recibió encargos de todas las órdenes religiosas presentes en Andalucía y Extremadura, y finalmente fue invitado a la corte en 1934, quizá a sugerencia de Velázquez, para participar en la decoración del salón grande del Buen Retiro. De regreso a Sevilla, Zurbarán siguió trabajando para la corte y para diversas órdenes monásticas. En 1958, probablemente movido por las dificultades del mercado sevillano, se trasladó a Madrid. Durante esta última época de su producción realizó lienzos de devoción privada de pequeño formato y ejecución refinada. Zurbarán fue un pintor de realismo sencillo, excluyendo de su obra la grandilocuencia y la teatralidad, e incluso podemos hallar algo de torpeza en el momento de resolver los problemas técnicos de la perspectiva geométrica, pese a la perfección de su dibujo en anatomías, rostros y objetos. Sus composiciones severas, rigurosamente ordenadas, alcanzan un nivel excepcional de emoción piadosa. Con respecto al tenebrismo, el pintor lo practicó sobre todo en su primera época sevillana. Nadie le supera en la manera de expresar la ternura y el candor de los niños, jóvenes vírgenes y santas adolescentes. Su técnica excepcional le permitió, además, representar los valores táctiles de las telas y de los objetos, lo que hace de él un bodegonista excepcional.
Escuela española del siglo XVI. Círculo de FRANCISCO DE ZURBARÁN (Fuente de Cantos, Badajoz, 1598 – Madrid, 1664). "Virgen con niño Salvator Mundi". Óleo sobre lienzo. Reentelado a finales del siglo XVIII. Medidas: 111 x 85 cm; 120 x 93 cm (marco). La estela de la pintura mariana de Zurbarán se hace manifiesta en esta obra de Cristo como "Salvator Mundi", una iconografía que representa el concepto cristológico de Jesucristo como salvador universal, en relación a su papel como juez en el Juicio Final y a su carácter de Redentor. El canon monumental de la Virgen y el niño, su presencia escultórica, ha sido lograda mediante el sutil modelado lumínico. La ternura melancólica de los rostros y el modo en el que las figuras emergen rotundas de un fondo nebuloso se aprecia la influencia de Zurbarán. Francisco de Zurbarán se formó en Sevilla, donde fue discípulo de Pedro Díaz de Villanueva entre 1614 y 1617. En este período tendría la ocasión de conocer a Pachecho y Herrera, y de establecer contactos con sus coetáneos Velázquez y Cano, aprendices como él en la Sevilla de la época. Tras varios años de aprendizaje diverso, Zurbarán regresó a Badajoz sin someterse al examen gremial sevillano. Se estableció en Llerena entre 1617 y 1628, ciudad donde recibió encargos tanto del municipio como de diversos conventos e iglesias de Extremadura. En 1629, por insólita proposición del Consejo Municipal, Zurbarán se instala definitivamente en Sevilla, iniciándose el decenio más prestigioso de su carrera. Recibió encargos de todas las órdenes religiosas presentes en Andalucía y Extremadura, y finalmente fue invitado a la corte en 1934, quizá a sugerencia de Velázquez, para participar en la decoración del salón grande del Buen Retiro. De regreso a Sevilla, Zurbarán siguió trabajando para la corte y para diversas órdenes monásticas. En 1958, probablemente movido por las dificultades del mercado sevillano, se trasladó a Madrid. Durante esta última época de su producción realizó lienzos de devoción privada de pequeño formato y ejecución refinada. Zurbarán fue un pintor de realismo sencillo, excluyendo de su obra la grandilocuencia y la teatralidad, e incluso podemos hallar algo de torpeza en el momento de resolver los problemas técnicos de la perspectiva geométrica, pese a la perfección de su dibujo en anatomías, rostros y objetos. Sus composiciones severas, rigurosamente ordenadas, alcanzan un nivel excepcional de emoción piadosa. Con respecto al tenebrismo, el pintor lo practicó sobre todo en su primera época sevillana. Nadie le supera en la manera de expresar la ternura y el candor de los niños, jóvenes vírgenes y santas adolescentes. Su técnica excepcional le permitió, además, representar los valores táctiles de las telas y de los objetos, lo que hace de él un bodegonista excepcional.
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