Escuela española; segunda mitad del siglo XVII. “Cristo atado a la columna”. Óleo sobre lienzo. Presenta restauraciones y repintes. Medidas: 104 x 76 cm; 121 x 94 cm (marco). Pintura de carácter devocional en la cual se aprecia la figura de Cristo en el centro de la composición, atado a una columna baja. Se trata de la representación de un episodio perteneciente al ciclo de la Pasión, un tema enormemente dramático, pero no narrativo, pensado para incitar al fiel a conmoverse ante el sufrimiento físico de Cristo y a admirar su aceptación ante las desgracias que ha de sufrir para redimir a la humanidad. La escena narrada en los evangelios, transcurre en el Pretorio de Jerusalén, el centro de poder romano, donde Cristo ha llegado por segunda y última vez, tras su paso por distintas instancias. Es exhibido ante la multitud (“Ecce Homo”), que prefirió liberar a Barrabás antes que a él y, bien antes o después de esa exhibición, es despojado de sus ropas y atado a una columna, donde será sometido a burlas relativas a su presunto delito, ser “rey de los judíos”, y torturas, entre ellas la flagelación y la coronación de espinas. En esta escena en concreto, el autor ha tratado de trasmitir cierto intimismo entre el fiel y la representación de Jesús, por dicho motivo lo ha representado en soledad, sin la compañía de los soldados. En el centro de la composición Jesús, se presenta al espectador con los símbolos de su penitencia, la corona de espinas, su apresamiento en la columna, donde se puede ver la sangre, y marcas de dolor reflejadas en las heridas de las rodillas, además cabe citar que el autor para disponer de una composición simétrica ha optado por situar una columna en la zona izquierda, donde ubica varias palmas atadas al perímetro de la columna, con la intención de trasmitir el sufrimiento de Cristo. Dichos símbolos quedan reforzados con la presencia de una leyenda “Ved y atended mi dolor, y hallareis que no lo ha habido como el que yo padecí, por ser vuestro redentor”. Este recurso caligráfico alude directamente al espectador y le obliga a tener una actitud activa frente a la imagen, sin embargo, a pesar del mensaje de sufrimiento, el artista, ubica las palabras bajo un farol iluminado, aportando así la idea de luz y esperanza. Formalmente esta obra se relaciona con la corriente naturalista del barroco que dominó en la escuela española de la primera mitad del siglo XVII, por influencia de Caravaggio y sus seguidores. Así, encontramos en el lienzo todas las características básicas de este estilo. En primer lugar, la iluminación tenebrista, artificial, de foco y dirigida hacia las zonas más importantes de la composición, creando expresivos claroscuros y dejando el resto en una matizada penumbra que nos habla de la maestría del pintor. Por otro lado, la composición es también propia del naturalismo: sencilla, clara y realista, con Cristo en primer plano sobre un fondo definido pero trabajado en tonos neutros. Finalmente hemos de destacar también el cromatismo, muy estudiado y matizado, con una paleta que gira en torno a los ocres, carmines y terrosos, típicamente caravaggista.
Escuela española; segunda mitad del siglo XVII. “Cristo atado a la columna”. Óleo sobre lienzo. Presenta restauraciones y repintes. Medidas: 104 x 76 cm; 121 x 94 cm (marco). Pintura de carácter devocional en la cual se aprecia la figura de Cristo en el centro de la composición, atado a una columna baja. Se trata de la representación de un episodio perteneciente al ciclo de la Pasión, un tema enormemente dramático, pero no narrativo, pensado para incitar al fiel a conmoverse ante el sufrimiento físico de Cristo y a admirar su aceptación ante las desgracias que ha de sufrir para redimir a la humanidad. La escena narrada en los evangelios, transcurre en el Pretorio de Jerusalén, el centro de poder romano, donde Cristo ha llegado por segunda y última vez, tras su paso por distintas instancias. Es exhibido ante la multitud (“Ecce Homo”), que prefirió liberar a Barrabás antes que a él y, bien antes o después de esa exhibición, es despojado de sus ropas y atado a una columna, donde será sometido a burlas relativas a su presunto delito, ser “rey de los judíos”, y torturas, entre ellas la flagelación y la coronación de espinas. En esta escena en concreto, el autor ha tratado de trasmitir cierto intimismo entre el fiel y la representación de Jesús, por dicho motivo lo ha representado en soledad, sin la compañía de los soldados. En el centro de la composición Jesús, se presenta al espectador con los símbolos de su penitencia, la corona de espinas, su apresamiento en la columna, donde se puede ver la sangre, y marcas de dolor reflejadas en las heridas de las rodillas, además cabe citar que el autor para disponer de una composición simétrica ha optado por situar una columna en la zona izquierda, donde ubica varias palmas atadas al perímetro de la columna, con la intención de trasmitir el sufrimiento de Cristo. Dichos símbolos quedan reforzados con la presencia de una leyenda “Ved y atended mi dolor, y hallareis que no lo ha habido como el que yo padecí, por ser vuestro redentor”. Este recurso caligráfico alude directamente al espectador y le obliga a tener una actitud activa frente a la imagen, sin embargo, a pesar del mensaje de sufrimiento, el artista, ubica las palabras bajo un farol iluminado, aportando así la idea de luz y esperanza. Formalmente esta obra se relaciona con la corriente naturalista del barroco que dominó en la escuela española de la primera mitad del siglo XVII, por influencia de Caravaggio y sus seguidores. Así, encontramos en el lienzo todas las características básicas de este estilo. En primer lugar, la iluminación tenebrista, artificial, de foco y dirigida hacia las zonas más importantes de la composición, creando expresivos claroscuros y dejando el resto en una matizada penumbra que nos habla de la maestría del pintor. Por otro lado, la composición es también propia del naturalismo: sencilla, clara y realista, con Cristo en primer plano sobre un fondo definido pero trabajado en tonos neutros. Finalmente hemos de destacar también el cromatismo, muy estudiado y matizado, con una paleta que gira en torno a los ocres, carmines y terrosos, típicamente caravaggista.
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