Escuela hispano-flamenca; siglo XVI. “Virgen con Niño”. Óleo sobre tabla. Presenta rotura en la tabla. Tabla reforzada con chapa y gramas. Posee faltas y repintes. Medidas: 37 x 26.5 cm; 53 x 42,5 cm (marco). En primer término, se encuentra la imagen de María, vestida con una túnica roja y los cabellos cubiertos por un paño trasparente que deja ver a través del mismo. La Virgen sostiene y acerca a su mejilla al Niño Jesús, situado entre los brazos de su madre, completamente desnudo e inocente desplaza una de sus manos hacia la mejilla de su madre, sosteniéndola con dulzura. Jesús dirige la mirada hacia la Virgen, sin embargo, esta mira directamente al espectador como si advirtiendo de que su hijo será el salvador, quien sacrificará su vida. Como es habitual en la escuela flamenca, destaca sobre todo la atención a las calidades de las telas y el colorido de las mismas. La composición también es muy habitual en este común, derivando de los patrones iconográficos establecidos en torno a la representación de la Virgen de la Leche, conocida también como Virgen nutricia o nodriza, del Reposo o de Belén, es una iconografía mariana en la que se representa a María amamantando al Niño. Se basa en la historia de la Gruta de la Leche, en Belén, donde la tradición dice que la Virgen dio de mamar al Niño, y una gota se derramó sobre una roca, que cambió su color y se tornó blanca. No obstante, a nivel iconográfico se trata de un tema antiquísimo, que tiene su origen en las diosas madre de las religiones antiguas de Oriente Próximo y del mundo grecolatino: Isis con Horus, la Vía Láctea surgida de la leche de Hera, etc. Este tema se incorporó al arte paleocristiano, encontrándose ejemplos ya en el siglo II. En el arte bizantino recibió el nombre de Galactotrofusa, y fue un tema recurrente en los iconos. En la cristiandad latina la advocación se hizo muy popular en los últimos siglos de la Edad Media. Fue particularmente frecuente en la escuela de Siena del Trecento, y pronto se difundió por toda Europa Occidental. No obstante, su representación se limitó a partir del Concilio de Trento, por razones de pudor, aunque los pintores barrocos continuaron abordándolo, y llegó incluso a las escuelas coloniales.
Escuela hispano-flamenca; siglo XVI. “Virgen con Niño”. Óleo sobre tabla. Presenta rotura en la tabla. Tabla reforzada con chapa y gramas. Posee faltas y repintes. Medidas: 37 x 26.5 cm; 53 x 42,5 cm (marco). En primer término, se encuentra la imagen de María, vestida con una túnica roja y los cabellos cubiertos por un paño trasparente que deja ver a través del mismo. La Virgen sostiene y acerca a su mejilla al Niño Jesús, situado entre los brazos de su madre, completamente desnudo e inocente desplaza una de sus manos hacia la mejilla de su madre, sosteniéndola con dulzura. Jesús dirige la mirada hacia la Virgen, sin embargo, esta mira directamente al espectador como si advirtiendo de que su hijo será el salvador, quien sacrificará su vida. Como es habitual en la escuela flamenca, destaca sobre todo la atención a las calidades de las telas y el colorido de las mismas. La composición también es muy habitual en este común, derivando de los patrones iconográficos establecidos en torno a la representación de la Virgen de la Leche, conocida también como Virgen nutricia o nodriza, del Reposo o de Belén, es una iconografía mariana en la que se representa a María amamantando al Niño. Se basa en la historia de la Gruta de la Leche, en Belén, donde la tradición dice que la Virgen dio de mamar al Niño, y una gota se derramó sobre una roca, que cambió su color y se tornó blanca. No obstante, a nivel iconográfico se trata de un tema antiquísimo, que tiene su origen en las diosas madre de las religiones antiguas de Oriente Próximo y del mundo grecolatino: Isis con Horus, la Vía Láctea surgida de la leche de Hera, etc. Este tema se incorporó al arte paleocristiano, encontrándose ejemplos ya en el siglo II. En el arte bizantino recibió el nombre de Galactotrofusa, y fue un tema recurrente en los iconos. En la cristiandad latina la advocación se hizo muy popular en los últimos siglos de la Edad Media. Fue particularmente frecuente en la escuela de Siena del Trecento, y pronto se difundió por toda Europa Occidental. No obstante, su representación se limitó a partir del Concilio de Trento, por razones de pudor, aunque los pintores barrocos continuaron abordándolo, y llegó incluso a las escuelas coloniales.
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