Escuela indo-portuguesa, siglo XVII. “Cristo crucificado”. Marfil tallado, detalles policromados y dorados. Cruz en madera tallada. Adjunta certificado de antigüedad. Medidas: 44 x 33 cm. figura. Talla en marfil de gran calidad representando a Cristo crucificado. A pesar de sus párpados cerrados y cabeza ladeada, se trata de un cristo expirante, lo que se revela en su cuerpo en tensión. La boca entreabierta exhala un último suspiro. Se aprecia la forma característica de tallar la cabellera de la escuela indo-portuguesa, consistente en realizar rizos en forma de caracol, con incisiones lineales marcando la dirección del cabello. También son típicos de esta escuela los ojos almendrados, la nariz recta y la boca de labios apenas marcados. La anatomía, sin embargo, sigue directamente los modelos europeos del barroco; se trata de una anatomía sufriente, que revela la extenuación física de Cristo, trabajada con el naturalismo propio de un arte que busca que el fiel se identifique con la escena sacra representada, que se conmueva con el sufrimiento del Salvador. Las venas de los brazos, los tendones de los pies, las costillas marcadas y los músculos perfectamente modelados dejan apreciar la calidad de la talla. A través de las rutas comerciales que unían Europa, América y las Indias llegaron a la Península Ibérica diversos productos orientales, en la mayor parte de los casos considerados de lujo, entre los que destacaron las piezas realizadas en marfil. Tanto las familias reales como la nobleza y las personas de elevada posición social deseaban objetos exóticos para sus colecciones, estando las de marfil entre las más preciadas, tanto por el propio valor y exotismo del material como por la calidad del trabajo. Estas tallas tenían, además, una doble función. En primer lugar eran objetos preciosos y decorativos, pero también tuvieron un fin didáctico y evangelizador, al realizarse tallas con temática e iconografía cristianas, utilizando motivos decorativos, elementos y técnicas propias del Extremo Oriente. En líneas generales, los misioneros encargaron a artistas locales su realización, mostrándoles modelos europeos para imitar. Este tipo de piezas, destinadas a clientela portuguesa, se realizaban especialmente en Goa (India), foco también importante de fabricación de mobiliario. Los artistas de dicha zona contaban con una amplia tradición de escultura de marfil, por lo que el resultado era un síntesis de la propia herencia estética local (hincapié en las texturas de ropajes y objetos, importancia de la representación animalística, etc.), con la iconografía y el gusto occidentales.
Escuela indo-portuguesa, siglo XVII. “Cristo crucificado”. Marfil tallado, detalles policromados y dorados. Cruz en madera tallada. Adjunta certificado de antigüedad. Medidas: 44 x 33 cm. figura. Talla en marfil de gran calidad representando a Cristo crucificado. A pesar de sus párpados cerrados y cabeza ladeada, se trata de un cristo expirante, lo que se revela en su cuerpo en tensión. La boca entreabierta exhala un último suspiro. Se aprecia la forma característica de tallar la cabellera de la escuela indo-portuguesa, consistente en realizar rizos en forma de caracol, con incisiones lineales marcando la dirección del cabello. También son típicos de esta escuela los ojos almendrados, la nariz recta y la boca de labios apenas marcados. La anatomía, sin embargo, sigue directamente los modelos europeos del barroco; se trata de una anatomía sufriente, que revela la extenuación física de Cristo, trabajada con el naturalismo propio de un arte que busca que el fiel se identifique con la escena sacra representada, que se conmueva con el sufrimiento del Salvador. Las venas de los brazos, los tendones de los pies, las costillas marcadas y los músculos perfectamente modelados dejan apreciar la calidad de la talla. A través de las rutas comerciales que unían Europa, América y las Indias llegaron a la Península Ibérica diversos productos orientales, en la mayor parte de los casos considerados de lujo, entre los que destacaron las piezas realizadas en marfil. Tanto las familias reales como la nobleza y las personas de elevada posición social deseaban objetos exóticos para sus colecciones, estando las de marfil entre las más preciadas, tanto por el propio valor y exotismo del material como por la calidad del trabajo. Estas tallas tenían, además, una doble función. En primer lugar eran objetos preciosos y decorativos, pero también tuvieron un fin didáctico y evangelizador, al realizarse tallas con temática e iconografía cristianas, utilizando motivos decorativos, elementos y técnicas propias del Extremo Oriente. En líneas generales, los misioneros encargaron a artistas locales su realización, mostrándoles modelos europeos para imitar. Este tipo de piezas, destinadas a clientela portuguesa, se realizaban especialmente en Goa (India), foco también importante de fabricación de mobiliario. Los artistas de dicha zona contaban con una amplia tradición de escultura de marfil, por lo que el resultado era un síntesis de la propia herencia estética local (hincapié en las texturas de ropajes y objetos, importancia de la representación animalística, etc.), con la iconografía y el gusto occidentales.
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