Escuela italiana o española; principios del siglo XVII. “Virgen con el Niño”. Óleo sobre lienzo. Reentelado. Presenta faltas sobre la superficie pictórica. Posee desperfectos en el marco. Medidas: 119 x 92 cm; 128 x 100 cm (marco). El pintor nos ofrece una escena de larguísima tradición en el Occidente cristiano, la Virgen María sentada, abrazando en su regazo a Jesús niño, que se encuentra de pie apoyado sobre las rodillas de su madre. El artista se concentra en los dos personajes, lo que se denota tanto de la volumetría monumental de las dimensiones que presentan ambos personajes, y de la posición preponderante en el lienzo, especialmente la del Niño Jesús, ubicada en el centro de la escena. La Virgen se dispone de perfil al espectador, girando su rostro hacia él, mientras que el Niño se encuentra en una posición frontal, aunque mira tiernamente a su madre, a quien parece ponerle una corona compuesta por una guirnalda de flores. Ambos personajes se encuentran unidos por el tierno abrazo, que María le da a su hijo, con el cual el artista consigue, especialmente, transmitir la naturalidad del gesto del pequeño, que adopta una postura desenfadada y de gran naturalidad. Los personajes parecen encontrarse en una cueva rocosa que se abre al exterior en la zona derecha de la obra, este paisaje de celaje ambarino destaca por la presencia de tres personajes una mujer con un niño, montados sobre un burro, y un hombre, en definitiva, una representación de la Sagrada Familia en su partida de Belén, una vez nacido el Niño Jesús. Esta característica muestra la intención instructiva del autor, quien ha configurado una escena de orden narrativo donde desarrolla pictóricamente un relato bíblico. Desde finales de la edad media los artistas insistieron en representar, de forma cada vez más intensa, el vínculo de afecto que unió a Cristo con su Madre y la estrecha relación entre ambos, esto se incentivó en el Renacimiento y, naturalmente, en época barroca, cuando la exacerbación de las emociones caracteriza a buena parte de la producción artística. El tema de la Virgen representada con el Niño Jesús, y más concretamente con éste en su regazo, sentado o de pie, tiene su origen en las religiones orientales de la Antigüedad, en imágenes como la de Isis con su hijo Horus, pero la referencia más directa es la de la Virgen como “Sedes Sapientiae”, o trono de Dios, en el arte cristiano medieval. Poco a poco, con el avance del naturalismo, la Virgen pasará de ser un simple “trono” del Niño a revelar una relación de afecto, a partir del periodo gótico. Desde entonces las figuras irán adquiriendo movimiento, acercándose la una a la otra, y finalmente desaparecerá el concepto de trono y con él el papel secundario de la Virgen. De este modo, la imagen se convertirá en ejemplo del amor entre María y su Hijo, una imagen de ternura, cercana, pensada para conmover el ánimo del fiel.
Escuela italiana o española; principios del siglo XVII. “Virgen con el Niño”. Óleo sobre lienzo. Reentelado. Presenta faltas sobre la superficie pictórica. Posee desperfectos en el marco. Medidas: 119 x 92 cm; 128 x 100 cm (marco). El pintor nos ofrece una escena de larguísima tradición en el Occidente cristiano, la Virgen María sentada, abrazando en su regazo a Jesús niño, que se encuentra de pie apoyado sobre las rodillas de su madre. El artista se concentra en los dos personajes, lo que se denota tanto de la volumetría monumental de las dimensiones que presentan ambos personajes, y de la posición preponderante en el lienzo, especialmente la del Niño Jesús, ubicada en el centro de la escena. La Virgen se dispone de perfil al espectador, girando su rostro hacia él, mientras que el Niño se encuentra en una posición frontal, aunque mira tiernamente a su madre, a quien parece ponerle una corona compuesta por una guirnalda de flores. Ambos personajes se encuentran unidos por el tierno abrazo, que María le da a su hijo, con el cual el artista consigue, especialmente, transmitir la naturalidad del gesto del pequeño, que adopta una postura desenfadada y de gran naturalidad. Los personajes parecen encontrarse en una cueva rocosa que se abre al exterior en la zona derecha de la obra, este paisaje de celaje ambarino destaca por la presencia de tres personajes una mujer con un niño, montados sobre un burro, y un hombre, en definitiva, una representación de la Sagrada Familia en su partida de Belén, una vez nacido el Niño Jesús. Esta característica muestra la intención instructiva del autor, quien ha configurado una escena de orden narrativo donde desarrolla pictóricamente un relato bíblico. Desde finales de la edad media los artistas insistieron en representar, de forma cada vez más intensa, el vínculo de afecto que unió a Cristo con su Madre y la estrecha relación entre ambos, esto se incentivó en el Renacimiento y, naturalmente, en época barroca, cuando la exacerbación de las emociones caracteriza a buena parte de la producción artística. El tema de la Virgen representada con el Niño Jesús, y más concretamente con éste en su regazo, sentado o de pie, tiene su origen en las religiones orientales de la Antigüedad, en imágenes como la de Isis con su hijo Horus, pero la referencia más directa es la de la Virgen como “Sedes Sapientiae”, o trono de Dios, en el arte cristiano medieval. Poco a poco, con el avance del naturalismo, la Virgen pasará de ser un simple “trono” del Niño a revelar una relación de afecto, a partir del periodo gótico. Desde entonces las figuras irán adquiriendo movimiento, acercándose la una a la otra, y finalmente desaparecerá el concepto de trono y con él el papel secundario de la Virgen. De este modo, la imagen se convertirá en ejemplo del amor entre María y su Hijo, una imagen de ternura, cercana, pensada para conmover el ánimo del fiel.
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