Escuela italiana, s.XVII. "Santa Catalina de Siena". Óleo sobre tela. Reentelado. Medidas: 63 x 47 cm. Pintura devocional con representación de Santa Catalina. Representada de medio cuerpo, con la cabeza inclinada sobre un crucifijo y portando también un ramillete de lirios, símbolo de pureza, la composición se caracteriza por la refinada combinación de negros y blancos en rico contraste barroco. Los finos rasgos de la joven quedan enmarcados por el velo drapeado. Los párpados semicerrados dejan entrever la negra intensidad de sus ojos entregados a la oración. Nacida en Siena hacia 1347, a los siete años hizo voto de virginidad. Como su madre quería casarla, se rasuró la cabeza. Recibida en la tercera orden de santo Domingo a los dieciséis años de edad, en el convento llevó una vida ascética que arruinó su frágil salud. Profesaba una devoción particular a santa Inés de Montepulciano. Según la leyenda, cuando Catalina visitó la tumba de santa Inés, y se inclinaba ante el cuerpo de la santa para besarle el pie, ésta la levantó hasta la altura de sus labios. Se la glorificaba por haber contribuido a traer al papa Gregorio XI a Roma, desde Aviñón. En ocasión del cisma de Occidente, tomó partido por Urbano VI. Murió en Roma en 1380 y fue canonizada en 1461.
Escuela italiana, s.XVII. "Santa Catalina de Siena". Óleo sobre tela. Reentelado. Medidas: 63 x 47 cm. Pintura devocional con representación de Santa Catalina. Representada de medio cuerpo, con la cabeza inclinada sobre un crucifijo y portando también un ramillete de lirios, símbolo de pureza, la composición se caracteriza por la refinada combinación de negros y blancos en rico contraste barroco. Los finos rasgos de la joven quedan enmarcados por el velo drapeado. Los párpados semicerrados dejan entrever la negra intensidad de sus ojos entregados a la oración. Nacida en Siena hacia 1347, a los siete años hizo voto de virginidad. Como su madre quería casarla, se rasuró la cabeza. Recibida en la tercera orden de santo Domingo a los dieciséis años de edad, en el convento llevó una vida ascética que arruinó su frágil salud. Profesaba una devoción particular a santa Inés de Montepulciano. Según la leyenda, cuando Catalina visitó la tumba de santa Inés, y se inclinaba ante el cuerpo de la santa para besarle el pie, ésta la levantó hasta la altura de sus labios. Se la glorificaba por haber contribuido a traer al papa Gregorio XI a Roma, desde Aviñón. En ocasión del cisma de Occidente, tomó partido por Urbano VI. Murió en Roma en 1380 y fue canonizada en 1461.
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