Escuela italiana; siglo XVII. “Cristo lavándole los pies a los apóstoles”. Óleo sobre lienzo. Medidas: 32 x 39,5 cm; 46,5 x 52 cm (marco). Se representa aquí una escena narrada por el Evangelio de Juan, ampliamente tratada en la pintura barroca. Cristo arrodillado ante Pedro, se dispone a lavarle los pies. El resto de apóstoles circundan a las dos figuras e intercambian impresiones mostrándose aturdidos por la idea de ser lavados por su Señor. La figura de Jesús, diferenciado de los demás por la actitud y la luz que parece emerger de su interior, determina la disposición del resto. El espacio arquitectónico, de paredes desnudas presenta una mayor presencia en la zona derecha de la escena, estando configurada a través de una diagonal que permite una mayor amplitud en el resto de la escena. El interior es espartano y oscuro, de modo que las figuras son construidas por el cincelado lumínico. Estilísticamente, la obra se inscribe dentro de la escuela italiana del barroco, donde destaca una concepción clasicista del dibujo y las formas puras y rotundas. Cuenta el Evangelio de Juan que, durante la Última Cena, Jesús se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Después de echar agua en un recipiente, se puso a lavar los pies a sus discípulos. Simón Pedro pretendió negarse, pero al insistir Jesús en que de otro modo no podría tener parte con él, accedió a que le lavase los pies. El lavatorio de pies era un ritual común en la cultura oriental, de hecho, en el antiguo testamento se encuentra ejemplos de esta práctica como por ejemplo en la visita de los ángeles a Abraham. Dicha acción se asocia con la hospitalidad, sin embargo, en a través del gesto de Jesús hacia sus apóstoles se sume una nueva dimensión significativa que aludía a la humildad.
Escuela italiana; siglo XVII. “Cristo lavándole los pies a los apóstoles”. Óleo sobre lienzo. Medidas: 32 x 39,5 cm; 46,5 x 52 cm (marco). Se representa aquí una escena narrada por el Evangelio de Juan, ampliamente tratada en la pintura barroca. Cristo arrodillado ante Pedro, se dispone a lavarle los pies. El resto de apóstoles circundan a las dos figuras e intercambian impresiones mostrándose aturdidos por la idea de ser lavados por su Señor. La figura de Jesús, diferenciado de los demás por la actitud y la luz que parece emerger de su interior, determina la disposición del resto. El espacio arquitectónico, de paredes desnudas presenta una mayor presencia en la zona derecha de la escena, estando configurada a través de una diagonal que permite una mayor amplitud en el resto de la escena. El interior es espartano y oscuro, de modo que las figuras son construidas por el cincelado lumínico. Estilísticamente, la obra se inscribe dentro de la escuela italiana del barroco, donde destaca una concepción clasicista del dibujo y las formas puras y rotundas. Cuenta el Evangelio de Juan que, durante la Última Cena, Jesús se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Después de echar agua en un recipiente, se puso a lavar los pies a sus discípulos. Simón Pedro pretendió negarse, pero al insistir Jesús en que de otro modo no podría tener parte con él, accedió a que le lavase los pies. El lavatorio de pies era un ritual común en la cultura oriental, de hecho, en el antiguo testamento se encuentra ejemplos de esta práctica como por ejemplo en la visita de los ángeles a Abraham. Dicha acción se asocia con la hospitalidad, sin embargo, en a través del gesto de Jesús hacia sus apóstoles se sume una nueva dimensión significativa que aludía a la humildad.
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