Beschreibung:

Es­cue­la ita­lia­na: siglo XVIII. “Es­ce­na de cor­te­ja nup­cial”. Óleo sobre lien­zo. Re­en­te­la­do. Pre­sen­ta res­tau­ra­cio­nes. Me­di­das: 66 x 82 cm. En esta pin­tu­ra rea­li­za­da en óleo sobre lien­zo, el pin­tor nos pre­sen­ta un tema que se ins­pi­ra es­té­ti­ca­men­te en la mi­to­lo­gía gre­co­la­ti­na. La ima­gen se en­cuen­tra pro­ta­go­ni­za­da por un con­jun­to de mu­je­res si­tua­da en el cen­tro de la com­po­si­ción, las cua­les ofre­cen di­fe­ren­tes ele­men­tos a la mujer que se en­cuen­tra re­cos­ta­da sobre un diván. La es­ce­na se desa­rro­lla en un en­torno de pai­sa­je, aun­que se pue­den apre­ciar dos es­ce­nas ins­cri­tas en la misma com­po­si­ción. En la zona in­fe­rior, como ya se ha co­men­ta­do, un grupo de mu­je­res. Des­ta­ca una de ellas que porta un re­tra­to el cual le mues­tra a la pro­ta­go­nis­ta de la es­ce­na. Esta ca­rac­te­rís­ti­ca, su­ma­da a los ele­men­tos su­pe­rio­res, en el que vemos un carro con dos cines, en alu­sión al trans­por­te de la diosa Venus, dan lugar a es­ta­ble­cer el tema de la obra. Dicho tema hace alu­sión a una fu­tu­ra boda entre dis­tin­tas cor­tes reales, ya que al tra­tar­se de bodas con­cer­ta­das con no­vios de dis­tin­tos te­rri­to­rios, lo nor­mal era mos­trar re­tra­tos para co­no­cer así al fu­tu­ro con­sor­te. For­mal­men­te en esta obra do­mi­na la in­fluen­cia del cla­si­cis­mo ro­mano-bo­lo­ñés de los Ca­rrac­ci y sus se­gui­do­res, una de las dos gran­des co­rrien­tes del ba­rro­co ita­liano, junto al na­tu­ra­lis­mo ca­ra­vag­gis­ta. Así, las fi­gu­ras son mo­nu­men­ta­les, de ros­tros idea­li­za­dos y ges­tos se­re­nos y equi­li­bra­dos, en una re­pre­sen­ta­ción idea­li­za­da cuya base parte de los cá­no­nes clá­si­cos. Tam­bién la re­tó­ri­ca de los ges­tos, tea­tra­les y elo­cuen­tes, ne­ta­men­te ba­rro­cos, es algo tí­pi­co del cla­si­cis­mo ita­liano del XVII. Cabe se­ña­lar asi­mis­mo la im­por­tan­cia del as­pec­to cro­má­ti­co, muy pen­sa­do, en­to­na­do y equi­li­bra­do, cen­tra­do en gamas bá­si­cas en torno al rojo, el ocre y el azul. Tam­bién la forma de com­po­ner la es­ce­na, con un ritmo cir­cu­lar y ce­rra­da por un lado mien­tras se abre a pai­sa­je por el otro, es tí­pi­co de esta es­cue­la del cla­si­cis­mo ba­rro­co. Sin em­bar­go, pese al do­mi­nio de lo clá­si­co se ad­vier­te una cier­ta in­fluen­cia del na­tu­ra­lis­mo, es­pe­cial­men­te en el as­pec­to lu­mí­ni­co. Así, la luz aun­que es na­tu­ral es di­ri­gi­da, cen­tra­da en la es­ce­na prin­ci­pal y de­jan­do el resto en pe­num­bra, di­fe­ren­cian­do así los di­fe­ren­tes pla­nos del es­pa­cio y cen­tran­do la aten­ción del es­pec­ta­dor en la es­ce­na.