Escuela limeña del siglo XVII. Círculo de BERNARDO BITTI (Camerino, Italia, 1548-Lima, Perú, 1610). “San Pedro Mártir”. Óleo sobre lienzo. Presenta faltas, pérdidas, repintes y restauraciones. Medidas: 55,5 x 40,5 cm; 74 x 65 cm (marco). En esta obra se representa a San Pedro de Verona (Italia, 1205-1252), mártir dominico nacido en el seno de una familia seguidora de la herejía cátara que, a los dieciséis años, fascinado por la palabra de Santo Domingo de Guzmán, recibe el hábito dominicano de sus propias manos. El que ahora presentamos es un lienzo realizado por un artista del círculo de Bernardo Bitti, hermano coadjutor jesuita y pintor italiano que desarrolló su trabajo en Lima, Cusco, Ayacucho, La Paz y Sucre. La llegada de Bitti al continente americano fue muy importante ya que marcó en un primer momento el desarrollo del arte cuzqueño. Introdujo en Cusco el manierismo, una de las principales corrientes pictóricas de moda en la Europa del momento. Terminada su formación eclesiástica, San Pedro Mártir es nombrado predicador del Evangelio de Jesús precisamente frente a los cátaros italianos, labor que desarrollará con piedad y austeridad, logrando gran fama por toda Italia. Un día se le aparecen en su celda las santas mártires, Inés, Cecilia y Catalina, y es por ello reprendido por haber violado la clausura, acogiendo a mujeres en su celda. El santo no se defiende y se reconoce pecador, siendo castigado. En la soledad de su castigo intensifica su estudio y oración, y un día se desahoga frente a una crucifijo, preguntando “¿Qué mal he hecho, Señor, para verme como estoy?”. Cristo entonces le consuela y conforta con estas palabras: “Y yo, Pedro, ¿qué mal hice?”. Al fin la vedad triunfa y es nombrado Inquisidor General por el papa Gregorio IX, lo que le permitirá continuar su labor evangelizadora en Roma, Florencia y Milán. Finalmente morirá asesinado al atravesar el bosque de Barlassina, cuando regresaba de cómo a Milán. Su asesino le dio un golpe de hacha en la nuca y una puñalada en el pecho, armas que suelen aparecer en las representaciones pictóricas del santo. El crimen fue urdido por el obispo hereje Daniele da Giussano, quien había pagado al asesino 40 libras milanesas, lo que hará de su muerte un eco de la de Cristo.
Escuela limeña del siglo XVII. Círculo de BERNARDO BITTI (Camerino, Italia, 1548-Lima, Perú, 1610). “San Pedro Mártir”. Óleo sobre lienzo. Presenta faltas, pérdidas, repintes y restauraciones. Medidas: 55,5 x 40,5 cm; 74 x 65 cm (marco). En esta obra se representa a San Pedro de Verona (Italia, 1205-1252), mártir dominico nacido en el seno de una familia seguidora de la herejía cátara que, a los dieciséis años, fascinado por la palabra de Santo Domingo de Guzmán, recibe el hábito dominicano de sus propias manos. El que ahora presentamos es un lienzo realizado por un artista del círculo de Bernardo Bitti, hermano coadjutor jesuita y pintor italiano que desarrolló su trabajo en Lima, Cusco, Ayacucho, La Paz y Sucre. La llegada de Bitti al continente americano fue muy importante ya que marcó en un primer momento el desarrollo del arte cuzqueño. Introdujo en Cusco el manierismo, una de las principales corrientes pictóricas de moda en la Europa del momento. Terminada su formación eclesiástica, San Pedro Mártir es nombrado predicador del Evangelio de Jesús precisamente frente a los cátaros italianos, labor que desarrollará con piedad y austeridad, logrando gran fama por toda Italia. Un día se le aparecen en su celda las santas mártires, Inés, Cecilia y Catalina, y es por ello reprendido por haber violado la clausura, acogiendo a mujeres en su celda. El santo no se defiende y se reconoce pecador, siendo castigado. En la soledad de su castigo intensifica su estudio y oración, y un día se desahoga frente a una crucifijo, preguntando “¿Qué mal he hecho, Señor, para verme como estoy?”. Cristo entonces le consuela y conforta con estas palabras: “Y yo, Pedro, ¿qué mal hice?”. Al fin la vedad triunfa y es nombrado Inquisidor General por el papa Gregorio IX, lo que le permitirá continuar su labor evangelizadora en Roma, Florencia y Milán. Finalmente morirá asesinado al atravesar el bosque de Barlassina, cuando regresaba de cómo a Milán. Su asesino le dio un golpe de hacha en la nuca y una puñalada en el pecho, armas que suelen aparecer en las representaciones pictóricas del santo. El crimen fue urdido por el obispo hereje Daniele da Giussano, quien había pagado al asesino 40 libras milanesas, lo que hará de su muerte un eco de la de Cristo.
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