Escuela madrileña; principios del siglo XVIII. “Santa Ana”. Óleo sobre lienzo. Reentelado. Posee marco de principios del siglo XIX. Medidas: 125 x 83 cm; 137 x 84 cm (marco). El artista utiliza en esta obra una composición aparentemente sencilla, inscribiendo a la Santa en el centro de la escena, rodeada por un paisaje. Sin embargo, al introducir el rompimiento de gloria, la luminosidad del mismo que se dirige a Santa Ana, rompe con la verticalidad de la figura de la santa. La presencia del libro, su nimbo de santidad, y las arrugas de su rostro, evidencian que se trata de la representación de la madre de la Virgen. La responsable de instruir a la madre de Cristo, de ahí la presencia del libro. La escuela madrileña surgió en torno a la corte de Felipe IV primero y Carlos II después, y se desarrolla durante todo el siglo XVII. Los analistas de esta escuela han insistido en considerar su desarrollo como un resultado del poder aglutinante de la corte; lo verdaderamente decisivo no es el lugar de nacimiento de los diferentes artistas, sino el hecho de que se eduquen y trabajen en torno y para una clientela nobiliaria y religiosa radicada junto a la realeza. Esto permite y favorece una unidad estilística, aunque se aprecien las lógicas divergencias debidas a la personalidad de los integrantes. En su origen la escuela madrileña está vinculada, pues, a la subida al trono de Felipe IV, monarca que hace de Madrid, por primera vez, un centro artístico. Esto supone un despertar de la conciencia nacionalista al permitir una liberación de los moldes italianizantes anteriores para saltar de los últimos ecos del manierismo al tenebrismo. Éste será el primer paso de la escuela, la cual en sentido gradual va caminando sucesivamente hasta la consecución de un lenguaje barroco más autóctono y ligado a las concepciones políticas, religiosas y culturales de la monarquía de los Austrias, para ir a morir con los primeros brotes del rococó que se manifiestan en la producción del último de sus representantes, A. Palomino. Las técnicas más empleadas por estos pintores serán el óleo y el fresco. Estilísticamente, se parte de un naturalismo con una notable capacidad de síntesis para desembocar oportunamente en la complejidad alegórica y formal características del barroco decorativo. Muestran estos artistas una gran preocupación por los estudios de la luz y el colorido, tal y como aquí vemos, destacando en un principio los juegos entre tonos extremos propios del tenebrismo que posteriormente van a ser sustituidos por un colorismo más exaltado y luminoso. Reciben y asimilan las influencias italianas, flamencas y velazqueñas. La clientela determinará el hecho de que la temática se reduzca casi exclusivamente a retratos y cuadros religiosos.
Escuela madrileña; principios del siglo XVIII. “Santa Ana”. Óleo sobre lienzo. Reentelado. Posee marco de principios del siglo XIX. Medidas: 125 x 83 cm; 137 x 84 cm (marco). El artista utiliza en esta obra una composición aparentemente sencilla, inscribiendo a la Santa en el centro de la escena, rodeada por un paisaje. Sin embargo, al introducir el rompimiento de gloria, la luminosidad del mismo que se dirige a Santa Ana, rompe con la verticalidad de la figura de la santa. La presencia del libro, su nimbo de santidad, y las arrugas de su rostro, evidencian que se trata de la representación de la madre de la Virgen. La responsable de instruir a la madre de Cristo, de ahí la presencia del libro. La escuela madrileña surgió en torno a la corte de Felipe IV primero y Carlos II después, y se desarrolla durante todo el siglo XVII. Los analistas de esta escuela han insistido en considerar su desarrollo como un resultado del poder aglutinante de la corte; lo verdaderamente decisivo no es el lugar de nacimiento de los diferentes artistas, sino el hecho de que se eduquen y trabajen en torno y para una clientela nobiliaria y religiosa radicada junto a la realeza. Esto permite y favorece una unidad estilística, aunque se aprecien las lógicas divergencias debidas a la personalidad de los integrantes. En su origen la escuela madrileña está vinculada, pues, a la subida al trono de Felipe IV, monarca que hace de Madrid, por primera vez, un centro artístico. Esto supone un despertar de la conciencia nacionalista al permitir una liberación de los moldes italianizantes anteriores para saltar de los últimos ecos del manierismo al tenebrismo. Éste será el primer paso de la escuela, la cual en sentido gradual va caminando sucesivamente hasta la consecución de un lenguaje barroco más autóctono y ligado a las concepciones políticas, religiosas y culturales de la monarquía de los Austrias, para ir a morir con los primeros brotes del rococó que se manifiestan en la producción del último de sus representantes, A. Palomino. Las técnicas más empleadas por estos pintores serán el óleo y el fresco. Estilísticamente, se parte de un naturalismo con una notable capacidad de síntesis para desembocar oportunamente en la complejidad alegórica y formal características del barroco decorativo. Muestran estos artistas una gran preocupación por los estudios de la luz y el colorido, tal y como aquí vemos, destacando en un principio los juegos entre tonos extremos propios del tenebrismo que posteriormente van a ser sustituidos por un colorismo más exaltado y luminoso. Reciben y asimilan las influencias italianas, flamencas y velazqueñas. La clientela determinará el hecho de que la temática se reduzca casi exclusivamente a retratos y cuadros religiosos.
Try LotSearch and its premium features for 7 days - without any costs!
Be notified automatically about new items in upcoming auctions.
Create an alert