Escuela valenciana del último cuarto del siglo XVI. “Procesión de Santos Benedictinos”. Óleo sobre tabla. Con listones en el reverso. Presenta algunas señales de carcoma. Con repintes, una grieta en su zona superior y una rotura en el margen inferior. Medidas: 117 x 67 cm; 121 x 71 cm (marco). La que aquí presentamos es una composición monumental, de claro carácter devocional reforzado por el acusado sentido escenográfico. Esta se organiza en dos planos, el inferior terrenal y el superior celestial, claramente diferenciados como es habitual en la escuela española del siglo XVI. Los personajes se acumulan en el plano terrenal, con una fila de monjes benedictinos que se dirigen hacia el frente, procesionalmente, con gestos implorantes, de gran patetismo; el plano celestial queda protagonizado por un ángel que los guía, indicándoles el camino hacia la salvación, colocando la aureola al monje en primera instancia. La escuela valenciana se muestra diferente al resto de centros artísticos españoles contemporáneos, gracias a que en la durante gran parte del siglo XV y el siglo XVI existió allí un importante asentamiento de pintores italianos y flamencos. De esta manera, a lo largo de la historia del arte Valencia ha significado un importante foco dentro del arte español, junto a otras escuelas como la andaluza y la madrileña. En Valencia, el cambio del siglo XVII al XVIII no supuso una ruptura respecto a la tradición anterior, sino una continuación de ésta. En 1768 se crea la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, y esta institución determinará un cambio hacia un clasicismo de raíz barroca. A través de ella, los jóvenes artistas se formarán de la mano de José Vergara, Manuel Monfort, José Camarón, Vicente Marzo, Vicente López y Mariano Salvador Maella. Por otra parte, la recuperación económica se traducirá en una pujante burguesía industrial y comercial, que buscará distinguirse socialmente a través del mecenazgo artístico. En paralelo, la Iglesia irá perdiendo su monopolio como único cliente de los artistas. Todo esto determinará un definitivo cambio de gusto, y también de los géneros tratados: la pintura religiosa convivirá ahora con el retrato burgués, el bodegón, el paisaje, los temas históricos y mitológicos y el costumbrismo.
Escuela valenciana del último cuarto del siglo XVI. “Procesión de Santos Benedictinos”. Óleo sobre tabla. Con listones en el reverso. Presenta algunas señales de carcoma. Con repintes, una grieta en su zona superior y una rotura en el margen inferior. Medidas: 117 x 67 cm; 121 x 71 cm (marco). La que aquí presentamos es una composición monumental, de claro carácter devocional reforzado por el acusado sentido escenográfico. Esta se organiza en dos planos, el inferior terrenal y el superior celestial, claramente diferenciados como es habitual en la escuela española del siglo XVI. Los personajes se acumulan en el plano terrenal, con una fila de monjes benedictinos que se dirigen hacia el frente, procesionalmente, con gestos implorantes, de gran patetismo; el plano celestial queda protagonizado por un ángel que los guía, indicándoles el camino hacia la salvación, colocando la aureola al monje en primera instancia. La escuela valenciana se muestra diferente al resto de centros artísticos españoles contemporáneos, gracias a que en la durante gran parte del siglo XV y el siglo XVI existió allí un importante asentamiento de pintores italianos y flamencos. De esta manera, a lo largo de la historia del arte Valencia ha significado un importante foco dentro del arte español, junto a otras escuelas como la andaluza y la madrileña. En Valencia, el cambio del siglo XVII al XVIII no supuso una ruptura respecto a la tradición anterior, sino una continuación de ésta. En 1768 se crea la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, y esta institución determinará un cambio hacia un clasicismo de raíz barroca. A través de ella, los jóvenes artistas se formarán de la mano de José Vergara, Manuel Monfort, José Camarón, Vicente Marzo, Vicente López y Mariano Salvador Maella. Por otra parte, la recuperación económica se traducirá en una pujante burguesía industrial y comercial, que buscará distinguirse socialmente a través del mecenazgo artístico. En paralelo, la Iglesia irá perdiendo su monopolio como único cliente de los artistas. Todo esto determinará un definitivo cambio de gusto, y también de los géneros tratados: la pintura religiosa convivirá ahora con el retrato burgués, el bodegón, el paisaje, los temas históricos y mitológicos y el costumbrismo.
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