JORGE CASTILLO CASALDERREY (Pontevedra, 1933). “Cántico espiritual de San Juan de la Cruz”, 1992. Ejemplar P.A. 16/20. 16 litografías al pauchoir, 16 aguafuertes y 1 puntaseca originales, Todos los grabados están firmados y numerados a mano. Tirada limitada a 175 ejemplares. 20 de ellos P.A. destinadas a los colaboradores. Hispánica de Bibliofilia, Madrid, 1993. Colección "Renacer Gráfico 12". Estuche de ante decorado en seco. Medidas: 70 x 56 x 7 cm. Esta obra reproduce el texto del Cántico Espiritual correspondiente al manuscrito de Sanlúcar de Barrameda conservando en gran parte la ortografía de la época, con ligeras correcciones de puntuación introducidas por Don Víctor García de la Concha. Su estudio preliminar, en mas de 20 folios, nos proporciona un trabajo profundo y a la vez conciso, que nos ayuda a disfrutar con más intensidad de la lectura y comprensión del Cántico. Los textos han sido compuestos a mano e impresos en tipografía por la Imprimerie nationale de París. El prólogo y colofón están compuestos en letra Louis Gauthier y el texto del Cántico Espiritual en Grandjean o Romain du Roi. Desde niño, Jorge Castillo se apasiona por el dibujo, y con sólo diez años realiza, con lápices de colores, su primera copia de Rubens. Según Castillo, la pintura de Rubens le enseñó a entender el cubismo de Braque y Picasso. Ha vivido en Argentina, España, Francia, Italia, Alemania y los Estados Unidos, y desde 2008 reside en Ibiza. Se crió en Buenos Aires, donde pasaba largas horas en el puerto, además de dedicar su tiempo a pintar y escribir. Por estos años empieza a mostrar sus pinturas, llegando a exponer en el Salón de Mayo. También publicó poemas y relatos cortos en revistas. No obstante, a la edad de veintidós años decide dejar su ciudad y marchar a París. Sin embargo, por razones económicas se radicará en España, concretamente en Madrid, donde pasará seis años, entre 1957 y 1963, los tres primeros de ellos viviendo como vagabundo. No obstante, su contacto con Viola y Jorge Cela, que quedaron impresionados por sus dibujos, cambiarían el rumbo de su vida. Por estos años irá poco a poco decantándose por la técnica del grabado, que será desde entonces uno de sus principales medios de expresión. Empieza entonces a despuntar como artista, a vender sus primeras obras y a establecer algunos contactos importantes, protegido por Luis González Robles, quien en 1960 lo llevó a la Bienal de São Paulo. Allí sus obras sorprendieron y obtuvieron elogiosas críticas, y por estos años expondrá también en Madrid y Barcelona, así como en San Francisco, Lisboa, Pittsburgh y Tokio. Y fue en 1964, año de su participación en la Bienal de Venecia, cuando al fin se le abrieron las puertas de París, gracias al contrato que firmó con el marchante André Schoeller. En la capital francesa se establecerá durante casi cuatro años, hasta 1967, y allí visitará asiduamente el Museo del Louvre y continuará celebrando exposiciones, cada vez más exitosas. En 1967 Castillo abandona París y se traslada a Ginebra, dado que Schoeller había vendido su contrato al suizo Jan Krugier, por entonces uno de los galeristas más importantes de Europa. No obstante, no le gustó la ciudad, por lo que marchó a Boissano, en Italia. En este país se empapará de arte italiano clásico, especialmente del Trecento y el Quattrocento, y en 1969 es invitado por el gobierno alemán para trabajar en Berlín, ciudad en la que residirá hasta 1975. En 1970 expuso en la Nationalgalerie de la capital alemana, la primera gran exposición d
JORGE CASTILLO CASALDERREY (Pontevedra, 1933). “Cántico espiritual de San Juan de la Cruz”, 1992. Ejemplar P.A. 16/20. 16 litografías al pauchoir, 16 aguafuertes y 1 puntaseca originales, Todos los grabados están firmados y numerados a mano. Tirada limitada a 175 ejemplares. 20 de ellos P.A. destinadas a los colaboradores. Hispánica de Bibliofilia, Madrid, 1993. Colección "Renacer Gráfico 12". Estuche de ante decorado en seco. Medidas: 70 x 56 x 7 cm. Esta obra reproduce el texto del Cántico Espiritual correspondiente al manuscrito de Sanlúcar de Barrameda conservando en gran parte la ortografía de la época, con ligeras correcciones de puntuación introducidas por Don Víctor García de la Concha. Su estudio preliminar, en mas de 20 folios, nos proporciona un trabajo profundo y a la vez conciso, que nos ayuda a disfrutar con más intensidad de la lectura y comprensión del Cántico. Los textos han sido compuestos a mano e impresos en tipografía por la Imprimerie nationale de París. El prólogo y colofón están compuestos en letra Louis Gauthier y el texto del Cántico Espiritual en Grandjean o Romain du Roi. Desde niño, Jorge Castillo se apasiona por el dibujo, y con sólo diez años realiza, con lápices de colores, su primera copia de Rubens. Según Castillo, la pintura de Rubens le enseñó a entender el cubismo de Braque y Picasso. Ha vivido en Argentina, España, Francia, Italia, Alemania y los Estados Unidos, y desde 2008 reside en Ibiza. Se crió en Buenos Aires, donde pasaba largas horas en el puerto, además de dedicar su tiempo a pintar y escribir. Por estos años empieza a mostrar sus pinturas, llegando a exponer en el Salón de Mayo. También publicó poemas y relatos cortos en revistas. No obstante, a la edad de veintidós años decide dejar su ciudad y marchar a París. Sin embargo, por razones económicas se radicará en España, concretamente en Madrid, donde pasará seis años, entre 1957 y 1963, los tres primeros de ellos viviendo como vagabundo. No obstante, su contacto con Viola y Jorge Cela, que quedaron impresionados por sus dibujos, cambiarían el rumbo de su vida. Por estos años irá poco a poco decantándose por la técnica del grabado, que será desde entonces uno de sus principales medios de expresión. Empieza entonces a despuntar como artista, a vender sus primeras obras y a establecer algunos contactos importantes, protegido por Luis González Robles, quien en 1960 lo llevó a la Bienal de São Paulo. Allí sus obras sorprendieron y obtuvieron elogiosas críticas, y por estos años expondrá también en Madrid y Barcelona, así como en San Francisco, Lisboa, Pittsburgh y Tokio. Y fue en 1964, año de su participación en la Bienal de Venecia, cuando al fin se le abrieron las puertas de París, gracias al contrato que firmó con el marchante André Schoeller. En la capital francesa se establecerá durante casi cuatro años, hasta 1967, y allí visitará asiduamente el Museo del Louvre y continuará celebrando exposiciones, cada vez más exitosas. En 1967 Castillo abandona París y se traslada a Ginebra, dado que Schoeller había vendido su contrato al suizo Jan Krugier, por entonces uno de los galeristas más importantes de Europa. No obstante, no le gustó la ciudad, por lo que marchó a Boissano, en Italia. En este país se empapará de arte italiano clásico, especialmente del Trecento y el Quattrocento, y en 1969 es invitado por el gobierno alemán para trabajar en Berlín, ciudad en la que residirá hasta 1975. En 1970 expuso en la Nationalgalerie de la capital alemana, la primera gran exposición d
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