Pareja de frescos románicos. España, s.XIII. Frescos al temple adheridos a tabla. Presenta faltas en la policromía. Medidas: 41 x 130,5 x 8 cm.; 46 x 132,5 x 8 cm. (marco). En esta pareja de pinturas murales (frescos adheridos a tabla), dos personajes vistiendo humildes atavíos de época medieval, elevan sus brazos y dirigen su mirada hacia el cielo. Uno de ellos sostiene un caballo blanco, que en este contexto cabe interpretar como símbolo de Resurrección y Palabra de Cristo. El trazo grueso, los colores brillantes, la aplicación plana del color y la estilización del dibujo son característicos de la pintura románica de época avanzada, cuando ya se ha desligado de la herencia bizantina. Rodean a ambas figuras cenefas decorativas. Sin referencia espacial que los ubique sólo se pueden barajar hipótesis acerca de si pudieron acompañar una representación mayor (por ejemplo, una pintura dedicada a la Anunciación de los pastores). La figura del caballo blanco hunde sus raíces iconográficas y mitológicas en los albores de la civilización, siendo compartidos por variedad de culturas y desde tiempos inmemoriales sus atributos benéficos. Si nos centramos en el ámbito bíblico, el caballo blanco representa a Cristo Salvador que hace frente a los Jinetes del Apocalipsis. El jinete montado en un caballo blanco representa “la palabra de Dios”, que se entregaba a los profetas en el Antiguo Testamento. En esta pareja de pinturas que nos ocupan, es improbable que la alusión bíblica proceda de los textos de San Juan (donde el tema equino se vincula a la guerra), pudiendo en cambio relacionarse con algunas descripciones del Génesis, donde se narra la creación de las distintas especies animales, clasificándose "puras" o "impuras" según sean terrestres, acuáticas o voladoras. Sólo las terrestres son "puras", y dentro de éstas, sólo los rumiantes, entre ellos los caballos. La blancura del caballo aludiría, por otra parte, a la promesa de Resurrección. Los frescos de época románica se conserva de modo parcial, habiéndose salvado en gran medida por su traspase a otros soportes, conservándose en museos y colecciones gran parte de decoraciones murales procedentes de iglesias románicas repartidas por el territorio español. La pintura románica se origina en el último cuarto del XI. La ruptura con la tradición prerrománica, aunque el lenguaje convencional de ésta seguirá perviviendo en las formas más populares, se producirá por la influencia de las formas pictóricas bizantinas introducidas en Occidente a través del mundo italiano. El tema más representado en los ábsides fue el Pantrocrátor, pero posteriormente fueron introduciéndose variedad de escenas del Antiguo y el Nuevo Testamento.
Pareja de frescos románicos. España, s.XIII. Frescos al temple adheridos a tabla. Presenta faltas en la policromía. Medidas: 41 x 130,5 x 8 cm.; 46 x 132,5 x 8 cm. (marco). En esta pareja de pinturas murales (frescos adheridos a tabla), dos personajes vistiendo humildes atavíos de época medieval, elevan sus brazos y dirigen su mirada hacia el cielo. Uno de ellos sostiene un caballo blanco, que en este contexto cabe interpretar como símbolo de Resurrección y Palabra de Cristo. El trazo grueso, los colores brillantes, la aplicación plana del color y la estilización del dibujo son característicos de la pintura románica de época avanzada, cuando ya se ha desligado de la herencia bizantina. Rodean a ambas figuras cenefas decorativas. Sin referencia espacial que los ubique sólo se pueden barajar hipótesis acerca de si pudieron acompañar una representación mayor (por ejemplo, una pintura dedicada a la Anunciación de los pastores). La figura del caballo blanco hunde sus raíces iconográficas y mitológicas en los albores de la civilización, siendo compartidos por variedad de culturas y desde tiempos inmemoriales sus atributos benéficos. Si nos centramos en el ámbito bíblico, el caballo blanco representa a Cristo Salvador que hace frente a los Jinetes del Apocalipsis. El jinete montado en un caballo blanco representa “la palabra de Dios”, que se entregaba a los profetas en el Antiguo Testamento. En esta pareja de pinturas que nos ocupan, es improbable que la alusión bíblica proceda de los textos de San Juan (donde el tema equino se vincula a la guerra), pudiendo en cambio relacionarse con algunas descripciones del Génesis, donde se narra la creación de las distintas especies animales, clasificándose "puras" o "impuras" según sean terrestres, acuáticas o voladoras. Sólo las terrestres son "puras", y dentro de éstas, sólo los rumiantes, entre ellos los caballos. La blancura del caballo aludiría, por otra parte, a la promesa de Resurrección. Los frescos de época románica se conserva de modo parcial, habiéndose salvado en gran medida por su traspase a otros soportes, conservándose en museos y colecciones gran parte de decoraciones murales procedentes de iglesias románicas repartidas por el territorio español. La pintura románica se origina en el último cuarto del XI. La ruptura con la tradición prerrománica, aunque el lenguaje convencional de ésta seguirá perviviendo en las formas más populares, se producirá por la influencia de las formas pictóricas bizantinas introducidas en Occidente a través del mundo italiano. El tema más representado en los ábsides fue el Pantrocrátor, pero posteriormente fueron introduciéndose variedad de escenas del Antiguo y el Nuevo Testamento.
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