Seguidor de FRANCISCO DE ZURBARÁN (Fuente de Cantos, Badajoz, 1598 – Madrid, 1664). “San Juan Bautista acompañado por un ángel”. Óleo sobre lienzo. Medidas: 116 x 72 cm; 134 x 90 cm (marco). Imagen de carácter sobrio en la que el autor recoge la presencia de dos figuras únicamente. En primer plano un ángel arrodillado lleva su mano al pecho en actitud piadosa. Una postura que recuerda a el Arcángel Gamaliel, que pintó Zurbarán y que actualmente pertenece a la colección del Museo Nacional de Colombia. Tras el ángel, situada de perfil, se puede apreciar la figura de San Juan bautista, con su habitual túnica roja, la piel de cordero y la filacteria. Los evangelios dicen de Juan el Bautista que fue hijo del sacerdote Zacarías y de Isabel, prima de la Virgen María. Se retiró muy joven al desierto de Judea para llevar una vida ascética y predicar la penitencia, y reconoció en Jesús, que se hizo bautizar por él, al Mesías anunciado por los profetas. Un año después del bautismo de Cristo, en el año 29, Juan fue arrestado y encarcelado por el tetrarca de Galilea Herodes Antipas, cuyo matrimonio con Herodías, su sobrina y cuñada, se había atrevido a censurar. Finalmente san Juan fue decapitado, y su cabeza entregada a Salomé como premio por sus hermosas danzas. Este santo aparece en el arte cristiano con dos aspectos diferentes: como niño, compañero de juegos de Jesús, y como adulto, predicador ascético. El san Juan adulto que aquí vemos aparece vestido en el arte oriental con un sayo de piel de camello, que en occidente se reemplazó con una piel de oveja que le deja los brazos, las piernas y una parte del torso desnudos. El manto rojo que lleva a veces, así como en la escena de su intercesión en el Juicio Final, alude a su martirio. En el arte bizantino se le representa como un ángel de grandes alas, con su cabeza cortada en una bandeja que sostiene en sus manos. Sin embargo, sus atributos en el arte occidental son muy diferentes. El más frecuente es un cordero, que alude a Jesucristo, y con frecuencia porta una cruz de cañas con una filacteria con la inscripción “Ecce Agnus Dei”. Por las características técnicas la obra recibe influencia del estilo del obrador de Francisco de Zurbarán. Se formó en Sevilla, donde fue discípulo de Pedro Díaz de Villanueva entre 1614 y 1617. En este período tendría la ocasión de conocer a Pacheco y Herrera, y de establecer contactos con sus coetáneos Velázquez y Cano, aprendices como él en la Sevilla de la época. Tras varios años de aprendizaje diverso, Zurbarán regresó a Badajoz sin someterse al examen gremial sevillano. Se estableció en Llerena entre 1617 y 1628, ciudad donde recibió encargos tanto del municipio como de diversos conventos e iglesias de Extremadura. En 1629, por insólita proposición del Consejo Municipal, Zurbarán se instala definitivamente en Sevilla, iniciándose el decenio más prestigioso de su carrera. Recibió encargos de todas las órdenes religiosas presentes en Andalucía y Extremadura, y finalmente fue invitado a la corte en 1634, quizá a sugerencia de Velázquez, para participar en la decoración del salón grande del Buen Retiro. De regreso a Sevilla, Zurbarán siguió trabajando para la corte y para diversas órdenes monásticas. En 1658, probablemente movido por las dificultades del mercado sevillano, se trasladó a Madrid. Francisco de Zurbarán está representado en las pinacotecas más importantes de todo el mundo, como el Museo del Prado, el Metropolitan de Nueva York, el Louvre, el Hermitage de San Petersburgo o la National
Seguidor de FRANCISCO DE ZURBARÁN (Fuente de Cantos, Badajoz, 1598 – Madrid, 1664). “San Juan Bautista acompañado por un ángel”. Óleo sobre lienzo. Medidas: 116 x 72 cm; 134 x 90 cm (marco). Imagen de carácter sobrio en la que el autor recoge la presencia de dos figuras únicamente. En primer plano un ángel arrodillado lleva su mano al pecho en actitud piadosa. Una postura que recuerda a el Arcángel Gamaliel, que pintó Zurbarán y que actualmente pertenece a la colección del Museo Nacional de Colombia. Tras el ángel, situada de perfil, se puede apreciar la figura de San Juan bautista, con su habitual túnica roja, la piel de cordero y la filacteria. Los evangelios dicen de Juan el Bautista que fue hijo del sacerdote Zacarías y de Isabel, prima de la Virgen María. Se retiró muy joven al desierto de Judea para llevar una vida ascética y predicar la penitencia, y reconoció en Jesús, que se hizo bautizar por él, al Mesías anunciado por los profetas. Un año después del bautismo de Cristo, en el año 29, Juan fue arrestado y encarcelado por el tetrarca de Galilea Herodes Antipas, cuyo matrimonio con Herodías, su sobrina y cuñada, se había atrevido a censurar. Finalmente san Juan fue decapitado, y su cabeza entregada a Salomé como premio por sus hermosas danzas. Este santo aparece en el arte cristiano con dos aspectos diferentes: como niño, compañero de juegos de Jesús, y como adulto, predicador ascético. El san Juan adulto que aquí vemos aparece vestido en el arte oriental con un sayo de piel de camello, que en occidente se reemplazó con una piel de oveja que le deja los brazos, las piernas y una parte del torso desnudos. El manto rojo que lleva a veces, así como en la escena de su intercesión en el Juicio Final, alude a su martirio. En el arte bizantino se le representa como un ángel de grandes alas, con su cabeza cortada en una bandeja que sostiene en sus manos. Sin embargo, sus atributos en el arte occidental son muy diferentes. El más frecuente es un cordero, que alude a Jesucristo, y con frecuencia porta una cruz de cañas con una filacteria con la inscripción “Ecce Agnus Dei”. Por las características técnicas la obra recibe influencia del estilo del obrador de Francisco de Zurbarán. Se formó en Sevilla, donde fue discípulo de Pedro Díaz de Villanueva entre 1614 y 1617. En este período tendría la ocasión de conocer a Pacheco y Herrera, y de establecer contactos con sus coetáneos Velázquez y Cano, aprendices como él en la Sevilla de la época. Tras varios años de aprendizaje diverso, Zurbarán regresó a Badajoz sin someterse al examen gremial sevillano. Se estableció en Llerena entre 1617 y 1628, ciudad donde recibió encargos tanto del municipio como de diversos conventos e iglesias de Extremadura. En 1629, por insólita proposición del Consejo Municipal, Zurbarán se instala definitivamente en Sevilla, iniciándose el decenio más prestigioso de su carrera. Recibió encargos de todas las órdenes religiosas presentes en Andalucía y Extremadura, y finalmente fue invitado a la corte en 1634, quizá a sugerencia de Velázquez, para participar en la decoración del salón grande del Buen Retiro. De regreso a Sevilla, Zurbarán siguió trabajando para la corte y para diversas órdenes monásticas. En 1658, probablemente movido por las dificultades del mercado sevillano, se trasladó a Madrid. Francisco de Zurbarán está representado en las pinacotecas más importantes de todo el mundo, como el Museo del Prado, el Metropolitan de Nueva York, el Louvre, el Hermitage de San Petersburgo o la National
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