Escuela española del siglo XIX. Pareja de floreros. Óleo sobre tabla. Con marco antiguo de época. Medidas: 61 x 47 cm; 74,5 x 56 cm (marco). Ambos jarrones, de pie y cuerpo circular, se sitúan sobre sendas mesas, y contienen ramos de flores variadas de distintos tamaños y colores, acompañadas por hojas. Uno se recorta sobre un fondo oscuro neutro, mientras que el otro lo hace sobre un paisaje idealizado. Ambos muestran una clara y directa relación con los bodegones de flores barrocos del Siglo de Oro español, especialmente en los ejemplos situados entre el inicio del género en nuestra escuela, caracterizado por su austeridad y el barroco pleno de la segunda mitad del siglo XVII, que muestra una mayor influencia de la riqueza de los ejemplos flamencos y norteuropeos. El bodegón fue uno de los géneros más cultivados dentro del barroco español, aunque sin llegar a la difusión de que gozó en otras escuelas, especialmente la nórdica, donde atendía a una clientela burguesa que buscaba obras de este tipo para la decoración de sus casas. En España el bodegón fue ante todo profano, y partió de la figura de Juan van der Hamen (Madrid, 1596? – 1631), quien desarrolló un lenguaje minucioso y detallista derivado de su propia herencia flamenca, aplicado con una magistral técnica que brilla especialmente en el tratamiento de las texturas, tanto en las luces del vidrio como en las texturas cálidas de las maderas o los delicados dulces. El otro gran protagonista del primer bodegón español fue el fraile cartujo Juan Sánchez Cotán (Orgaz, 1561 – Granada, 1627), en quien se aprecia un tratamiento casi místico del bodegón, y muy cercano al de Van der Hamen. El suyo fue un bodegón austero y enigmático, con formas nítidas y pretiles de piedra situados ante una densa oscuridad. De hecho, se aprecian huellas de su influencia incluso en el siglo XXI.
Escuela española del siglo XIX. Pareja de floreros. Óleo sobre tabla. Con marco antiguo de época. Medidas: 61 x 47 cm; 74,5 x 56 cm (marco). Ambos jarrones, de pie y cuerpo circular, se sitúan sobre sendas mesas, y contienen ramos de flores variadas de distintos tamaños y colores, acompañadas por hojas. Uno se recorta sobre un fondo oscuro neutro, mientras que el otro lo hace sobre un paisaje idealizado. Ambos muestran una clara y directa relación con los bodegones de flores barrocos del Siglo de Oro español, especialmente en los ejemplos situados entre el inicio del género en nuestra escuela, caracterizado por su austeridad y el barroco pleno de la segunda mitad del siglo XVII, que muestra una mayor influencia de la riqueza de los ejemplos flamencos y norteuropeos. El bodegón fue uno de los géneros más cultivados dentro del barroco español, aunque sin llegar a la difusión de que gozó en otras escuelas, especialmente la nórdica, donde atendía a una clientela burguesa que buscaba obras de este tipo para la decoración de sus casas. En España el bodegón fue ante todo profano, y partió de la figura de Juan van der Hamen (Madrid, 1596? – 1631), quien desarrolló un lenguaje minucioso y detallista derivado de su propia herencia flamenca, aplicado con una magistral técnica que brilla especialmente en el tratamiento de las texturas, tanto en las luces del vidrio como en las texturas cálidas de las maderas o los delicados dulces. El otro gran protagonista del primer bodegón español fue el fraile cartujo Juan Sánchez Cotán (Orgaz, 1561 – Granada, 1627), en quien se aprecia un tratamiento casi místico del bodegón, y muy cercano al de Van der Hamen. El suyo fue un bodegón austero y enigmático, con formas nítidas y pretiles de piedra situados ante una densa oscuridad. De hecho, se aprecian huellas de su influencia incluso en el siglo XXI.
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