Atribuido a ANTONIO BALESTRA (Verona, Italia, 1666 – 1740); Escuela italiana; siglo XVIII “San Miguel Arcángel”. Óleo sobre lienzo. Reentelado. Presenta marco de época y leves repintes. Medidas: 65 x 71 cm; 62 x 81 cm (marco). En esta pintura de lenguaje puramente barroco se representa al arcángel San Miguel, vestido con armadura, con grandes alas desplegadas. Por sus características técnicas la obra está relacionada con el pintor y grabador italiano de la República de Venecia, Antonio Balestra marchó en 1690 de su Verona natal con destino a Roma, donde se convirtió en discípulo de Carlo Maratta, a su vez formado por Annibale Carracci. El joven pintor pronto se moverá cómodamente tanto entre los comitentes eclesiásticos como entre los de los poderes públicos, logrando ser conocido y apreciado tanto en Venecia como en Verona. Sus estudios junto a Maratta le orientaron hacia el estilo académico y clasicista que habían cultivado muchos de los artistas veroneses del siglo XVII. En 1694 es nombrado miembro de la Academia de San Lucas de Roma, tras ganar el premio de su concurso de dibujo con la “Caída de los gigantes”. Otros ejemplos de su producción en este periodo romano son la “Trinidad” de Castelvecchio y “La riqueza de la tierra”, en Trento. Regresa a Venecia en 1696, estableciéndose en la capital de la República hasta 1718. Allí realizará importantes obras como el retablo para la iglesia de los jesuitas (1704), el “Tránsito de San José” para la iglesia de San Marziale, la “Natividad” de la de San Zaccaria o el retablo de San Osvaldo para la iglesia de San Stae, obra esta última que le consolidará en Venecia como gran maestro. Su notoriedad en la República se verá reforzada con la “Anunciación” de la iglesia de Santa María de Nazareth, que revela una extraordinaria capacidad compositiva y un innovador uso del color. En estos años Balestra pintará también dos telas para la Scuola Grande del Carmine, otras dos para la Scuola Grande della Carità y dos interesantes pinturas que realizó en Verona, “San Juan Bautista en el desierto” y otra “Anunciación”, similar a la que pintó para Venecia, pero en la que se revela un uso del color ya rococó. Especialmente relevante en su carrera fueron los encargos que le hicieron las más importantes familias nobles venecianas, entre ellas los Barbaro y los Barbarigo, para quienes pintó en colaboración con Ricci y Piazzetta, los más destacados pintores venecianos de la época. También se relacionó con el Elector de Maguncia, Franz Lothar von Schönborn, para quien pintó su serie de las “Fábulas”, obras de estilo arcádico, típicamente dieciochesco, distinto a las temáticas mitológicas habituales hasta entonces. Tras este periodo trabajó en Padua para la iglesia de Santa Giustina, entre 1717 y 1718, donde a día de hoy aún se conservan los dos lienzos en los que representó el martirio de los santos Cosme y Damián, considerados su gran obra maestra por la grandiosidad y la teatralidad de las escenas. En estas obras muestra un estilo maduro compuesto, frío e independiente de la tendencia que se estaba creando a caballo entre el siglo XVII y el XVIII. Balestra regresa seguidamente a Verona, donde trabajará principalmente para la iglesia, recibiendo también encargos de otras ciudades como Bérgamo, Brescia o Mantua. Sus obras de estos años son más simples y convencionales, dominadas por amplias líneas diagonales, escorzos y tonalidades muy claras. En sus últimos trabajos, como las obras que pintó para Sanvitale de Parma y Schulemburg, se concen
Atribuido a ANTONIO BALESTRA (Verona, Italia, 1666 – 1740); Escuela italiana; siglo XVIII “San Miguel Arcángel”. Óleo sobre lienzo. Reentelado. Presenta marco de época y leves repintes. Medidas: 65 x 71 cm; 62 x 81 cm (marco). En esta pintura de lenguaje puramente barroco se representa al arcángel San Miguel, vestido con armadura, con grandes alas desplegadas. Por sus características técnicas la obra está relacionada con el pintor y grabador italiano de la República de Venecia, Antonio Balestra marchó en 1690 de su Verona natal con destino a Roma, donde se convirtió en discípulo de Carlo Maratta, a su vez formado por Annibale Carracci. El joven pintor pronto se moverá cómodamente tanto entre los comitentes eclesiásticos como entre los de los poderes públicos, logrando ser conocido y apreciado tanto en Venecia como en Verona. Sus estudios junto a Maratta le orientaron hacia el estilo académico y clasicista que habían cultivado muchos de los artistas veroneses del siglo XVII. En 1694 es nombrado miembro de la Academia de San Lucas de Roma, tras ganar el premio de su concurso de dibujo con la “Caída de los gigantes”. Otros ejemplos de su producción en este periodo romano son la “Trinidad” de Castelvecchio y “La riqueza de la tierra”, en Trento. Regresa a Venecia en 1696, estableciéndose en la capital de la República hasta 1718. Allí realizará importantes obras como el retablo para la iglesia de los jesuitas (1704), el “Tránsito de San José” para la iglesia de San Marziale, la “Natividad” de la de San Zaccaria o el retablo de San Osvaldo para la iglesia de San Stae, obra esta última que le consolidará en Venecia como gran maestro. Su notoriedad en la República se verá reforzada con la “Anunciación” de la iglesia de Santa María de Nazareth, que revela una extraordinaria capacidad compositiva y un innovador uso del color. En estos años Balestra pintará también dos telas para la Scuola Grande del Carmine, otras dos para la Scuola Grande della Carità y dos interesantes pinturas que realizó en Verona, “San Juan Bautista en el desierto” y otra “Anunciación”, similar a la que pintó para Venecia, pero en la que se revela un uso del color ya rococó. Especialmente relevante en su carrera fueron los encargos que le hicieron las más importantes familias nobles venecianas, entre ellas los Barbaro y los Barbarigo, para quienes pintó en colaboración con Ricci y Piazzetta, los más destacados pintores venecianos de la época. También se relacionó con el Elector de Maguncia, Franz Lothar von Schönborn, para quien pintó su serie de las “Fábulas”, obras de estilo arcádico, típicamente dieciochesco, distinto a las temáticas mitológicas habituales hasta entonces. Tras este periodo trabajó en Padua para la iglesia de Santa Giustina, entre 1717 y 1718, donde a día de hoy aún se conservan los dos lienzos en los que representó el martirio de los santos Cosme y Damián, considerados su gran obra maestra por la grandiosidad y la teatralidad de las escenas. En estas obras muestra un estilo maduro compuesto, frío e independiente de la tendencia que se estaba creando a caballo entre el siglo XVII y el XVIII. Balestra regresa seguidamente a Verona, donde trabajará principalmente para la iglesia, recibiendo también encargos de otras ciudades como Bérgamo, Brescia o Mantua. Sus obras de estos años son más simples y convencionales, dominadas por amplias líneas diagonales, escorzos y tonalidades muy claras. En sus últimos trabajos, como las obras que pintó para Sanvitale de Parma y Schulemburg, se concen
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