BARTOLOMEO MANCINI (c. 1630-1715); Roma, 1701. “Cristo y la Virgen con el Niño”. Óleos sobre cobres. Presentan saltos en la pintura. Conservan marcos de época. Firmado y fechado al dorso. Medidas: 27,5 x 20,5 cm (x2); 34 x 26,2 cm (marcos, x2). Debido al material y a las dimensiones reducidas de cada una de las obras que conforman este conjunto, es muy probable que estuviesen destinadas a la devoción privada. Ambas piezas se conciben del mismo modo, aunque representen una imagen diferente. Se trata de una composición clara y sencilla con el protagonista principal imbuido en un fondo ocre, iluminado por los rayos de santidad que desprenden cada uno de los personajes. Estos se presentan a través del busto inscrito en el formato oval del soporte, de frente al espectador, aunque en ambos casos desviando la mirada y evitando el contacto directo. En la representación de Jesús, esta alza su mirada hacia arriba, mientras que María gira su rostro de perfil y baja su vista en una actitud completamente piadosa. Ambas obras destacan por la suavidad y la dulcificación de los rasgos, combinados con un uso de una gama cromática de tonalidades enérgicas y rotundas. Estas características invitan a pensar en la obra del pintor italiano Bartolomeo Mancini, a quien se le atribuye una pieza, ubicada en el Museo di Casa Martelli de Florencia, que presenta la misma composición que el retrato de la Virgen aquí presente exceptuando el formato. Se trata de su conocida Madonna Addolarata Son muchas y muy variadas las representaciones iconográficas que tienen como tema central a la Virgen María en su vertiente Dolorosa, siendo la primera de ellas en las que aparece junto al Niño Jesús, que duerme ajeno al futuro de sufrimiento que le aguarda. En estas obras suele estar presente la cruz, principal símbolo de la Pasión, abraza incluso por el Niño, mientras María lo observa con expresión patética. Otra vertiente es la que forma parte de la Piedad, similar a la anterior, aunque su Hijo está aquí muerto, no dormido, plasmado ya adulto y tras su crucifixión. En las representaciones más antiguas de este tema el cuerpo de Cristo aparece desproporcionadamente pequeño, a modo de símbolo del recuerdo que la madre tiene de la infancia de su Hijo, cuando lo contemplaba dormido sobre su regazo. Finalmente, también destaca en importancia la Virgen de los Dolores y la Soledad, donde aparece María sola, en ocasiones con el corazón atravesado por una o varias espadas. Siendo esta representación muy cercana al sentimiento popular, tras la iconografía de la Virgen de los Dolores se crea la de la Soledad:
BARTOLOMEO MANCINI (c. 1630-1715); Roma, 1701. “Cristo y la Virgen con el Niño”. Óleos sobre cobres. Presentan saltos en la pintura. Conservan marcos de época. Firmado y fechado al dorso. Medidas: 27,5 x 20,5 cm (x2); 34 x 26,2 cm (marcos, x2). Debido al material y a las dimensiones reducidas de cada una de las obras que conforman este conjunto, es muy probable que estuviesen destinadas a la devoción privada. Ambas piezas se conciben del mismo modo, aunque representen una imagen diferente. Se trata de una composición clara y sencilla con el protagonista principal imbuido en un fondo ocre, iluminado por los rayos de santidad que desprenden cada uno de los personajes. Estos se presentan a través del busto inscrito en el formato oval del soporte, de frente al espectador, aunque en ambos casos desviando la mirada y evitando el contacto directo. En la representación de Jesús, esta alza su mirada hacia arriba, mientras que María gira su rostro de perfil y baja su vista en una actitud completamente piadosa. Ambas obras destacan por la suavidad y la dulcificación de los rasgos, combinados con un uso de una gama cromática de tonalidades enérgicas y rotundas. Estas características invitan a pensar en la obra del pintor italiano Bartolomeo Mancini, a quien se le atribuye una pieza, ubicada en el Museo di Casa Martelli de Florencia, que presenta la misma composición que el retrato de la Virgen aquí presente exceptuando el formato. Se trata de su conocida Madonna Addolarata Son muchas y muy variadas las representaciones iconográficas que tienen como tema central a la Virgen María en su vertiente Dolorosa, siendo la primera de ellas en las que aparece junto al Niño Jesús, que duerme ajeno al futuro de sufrimiento que le aguarda. En estas obras suele estar presente la cruz, principal símbolo de la Pasión, abraza incluso por el Niño, mientras María lo observa con expresión patética. Otra vertiente es la que forma parte de la Piedad, similar a la anterior, aunque su Hijo está aquí muerto, no dormido, plasmado ya adulto y tras su crucifixión. En las representaciones más antiguas de este tema el cuerpo de Cristo aparece desproporcionadamente pequeño, a modo de símbolo del recuerdo que la madre tiene de la infancia de su Hijo, cuando lo contemplaba dormido sobre su regazo. Finalmente, también destaca en importancia la Virgen de los Dolores y la Soledad, donde aparece María sola, en ocasiones con el corazón atravesado por una o varias espadas. Siendo esta representación muy cercana al sentimiento popular, tras la iconografía de la Virgen de los Dolores se crea la de la Soledad:
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