Escuela granadina; finales del siglo XVII. “Purísima concepción”. Madera tallada y policromada. Presenta faltas, en la policromía y en la talla. Medidas: 75 x 26 x 21 cm. Nos encontramos frente a una talla en bulto redondo representando a la Virgen en su advocación de Inmaculada. Se muestra a María de pie sobre un conjunto de testas de querubines, de la que surgen los picos del creciente lunar. Vestida con una túnica dorada decorada y con un manto de la misma tonalidad, une sus manos en actitud orante, lo que imprime un juego naturalista de pliegues al manto. Los cabellos caen sueltos por la espalda, y los rasgos de su fino rostro y largo cuello aportan una elegancia notable, estilizando su porte. El tema de la Inmaculada pone de manifiesto el hecho de que María nació libre del Pecado Original. Para destacar este ideal, se suele representar la Virgen con una serie de características que el fiel conocía e identificaba. Así, se la presenta vestida con túnica blanca y un manto azul, símbolos de pureza y de verdad y eternidad, respectivamente. La luna a sus pies alude a la castidad de Diana, y las nubes y los angelitos reflejan su carácter de mediadora ante la corte celestial, más que en su victoria sobre el Pecado Original, idea que fue principal durante la Contrarreforma. La escuela granadina del siglo XVII, basada en la renacentista anterior, contó con grandes figuras como Pablo de Rojas Juan Martínez Montañés (que se formó en la ciudad con el anterior), Alonso de Mena, Alonso Cano, Pedro de Mena Bernardo de Mora, Pedro Roldán, Torcuato Ruiz del Peral, etc. En general, la escuela no descuida la belleza de las imágenes y también sigue el naturalismo, como es habitual en la época, pero siempre destacaría más lo intimista y el recogimiento en unas imágenes delicadas que serían algo similares al resto de escuelas andaluzas en otra serie de detalles pero que no suelen contar con la monumentalidad de las sevillanas.
Escuela granadina; finales del siglo XVII. “Purísima concepción”. Madera tallada y policromada. Presenta faltas, en la policromía y en la talla. Medidas: 75 x 26 x 21 cm. Nos encontramos frente a una talla en bulto redondo representando a la Virgen en su advocación de Inmaculada. Se muestra a María de pie sobre un conjunto de testas de querubines, de la que surgen los picos del creciente lunar. Vestida con una túnica dorada decorada y con un manto de la misma tonalidad, une sus manos en actitud orante, lo que imprime un juego naturalista de pliegues al manto. Los cabellos caen sueltos por la espalda, y los rasgos de su fino rostro y largo cuello aportan una elegancia notable, estilizando su porte. El tema de la Inmaculada pone de manifiesto el hecho de que María nació libre del Pecado Original. Para destacar este ideal, se suele representar la Virgen con una serie de características que el fiel conocía e identificaba. Así, se la presenta vestida con túnica blanca y un manto azul, símbolos de pureza y de verdad y eternidad, respectivamente. La luna a sus pies alude a la castidad de Diana, y las nubes y los angelitos reflejan su carácter de mediadora ante la corte celestial, más que en su victoria sobre el Pecado Original, idea que fue principal durante la Contrarreforma. La escuela granadina del siglo XVII, basada en la renacentista anterior, contó con grandes figuras como Pablo de Rojas Juan Martínez Montañés (que se formó en la ciudad con el anterior), Alonso de Mena, Alonso Cano, Pedro de Mena Bernardo de Mora, Pedro Roldán, Torcuato Ruiz del Peral, etc. En general, la escuela no descuida la belleza de las imágenes y también sigue el naturalismo, como es habitual en la época, pero siempre destacaría más lo intimista y el recogimiento en unas imágenes delicadas que serían algo similares al resto de escuelas andaluzas en otra serie de detalles pero que no suelen contar con la monumentalidad de las sevillanas.
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