Beschreibung:

JEAN­NE MO­DI­GLIA­NI (Niza, 1918 - París, 1984). Sin tí­tu­lo. Óleo sobre tabla. Fir­ma­do en el án­gu­lo in­fe­rior iz­quier­do. Me­di­das: 41 x 91 cm. Hija del acla­ma­do pin­tor Ame­deo Mo­di­glia­ni y de la tam­bién ar­tis­ta Jean­ne Hé­bu­ter­ne, Jean­ne Mo­di­glia­ni no co­no­ció a sus pro­ge­ni­to­res: Ama­deo murió el 24 de enero de 1920 cuan­do Jean­ne con­ta­ba tan sólo con ca­tor­ce meses y su madre, musa del pin­tor, se sui­ci­dó al cabo de unas horas. La niña fue adop­ta­da por su tía pa­ter­na y se crió en Li­vorno, li­cen­cián­do­se en his­to­ria del arte en la Uni­ver­si­dad de Flo­ren­cia. De ori­gen judío y nieta de un so­cia­lis­ta, en 1939 huyó a París a causa de la per­se­cu­ción fas­cis­ta y, tras la ocu­pa­ción nazi, se unió a los ma­quis. Ter­mi­na­da la gue­rra, Jean­ne Mo­di­glia­ni inició la bús­que­da de la ver­dad sobre su padre. En 1952, con una beca del Cen­tro Na­cio­nal de In­ves­ti­ga­ción Cien­tí­fi­ca, se em­bar­có, tam­bién, en una in­ves­ti­ga­ción sobre Van Gogh. Son pre­ci­sa­men­te las si­mi­li­tu­des entre la vida del pin­tor ho­lan­dés y la de su padre las que la hi­cie­ron vol­ver a él, a Mo­di­glia­ni, a la que se de­di­có por com­ple­to desde ese mo­men­to. Su cons­tan­te in­te­rés por ob­te­ner el re­co­no­ci­mien­to ofi­cial del valor de la obra de su padre fue un gran éxito cuan­do, en 1981, en París, montó la ex­po­si­ción más com­ple­ta de Mo­di­glia­ni: más de 250 obras entre pin­tu­ras, es­cul­tu­ras, goua­ches y di­bu­jos for­ma­ron parte de una mues­tra que au­men­tó, si cabe, el in­te­rés por el maes­tro. En 1983 fundó los Ar­chi­ves Lé­ga­les Ame­deo Mo­di­glia­ni, con ob­je­to de cla­si­fi­car y pro­te­ger la obra de Mo­di­glia­ni. Sin em­bar­go, la vida de Jean­ne Mo­di­glia­ni no se li­mi­tó a su labor do­cu­men­ta­lis­ta, sino que he­re­dó de su padre la maes­tría de los pin­ce­les. Con una pro­duc­ción cer­ca­na al ex­pre­sio­nis­mo abs­trac­to, en oca­sio­nes acer­cán­do­se a la fi­gu­ra­ción, las com­po­si­cio­nes de Jean­ne Mo­di­glia­ni ex­pre­sa­ron, con total sin­ce­ri­dad y li­ber­tad, los es­ta­dos más pro­fun­dos del alma. Desde las com­po­si­cio­nes más di­ná­mi­cas y es­pon­tá­neas hasta las más so­se­ga­das y apa­ci­gua­do­ras, Jean­ne supo plas­mar en sus obras su yo más ín­ti­mo y per­so­nal.