Atribuido a GIACOMO FARELLI (Roma, 1624 – Nápoles, 1706). “Santa Cecilia”. Óleo sobre lienzo. Reentelado del siglo XIX. Presenta repintes y marco h. 1850. Medidas; 123 x 93 cm; 143 x 115 cm (marco). Santa Cecilia de Roma fue una noble romana convertida al cristianismo y martirizada entre los años 180 y 230 d. C., cuya principal documentación fueron las Actas de Santa Cecilia, fechadas en el 480. En este texto se habla de “órganis”, palabra que se tradujo como órgano (musical), siendo así considerada patrona de la música y a menudo acompañada de este instrumento, aunque en este caso concreto aparece representada junto a un violín. Por las características técnicas la obra puede inscribirse en el círculo artistico de Giacomo Farelli, que se formó en el campo de la literatura en su Roma natal, pero pronto se trasladó a Nápoles para desarrollar su formación pictórica, como discípulo de Andrea Vaccaro. Ingresa en el taller de éste en 1644, y allí trabajó en numerosos grabados, especialmente de desnudos, alcanzando tal grado de imitación del maestro que algunas de sus primeras obras han sido a menudo confundidas con creaciones de Vaccaro. Así, Farelli evidencia en sus primeras pinturas una profunda influencia de su maestro, si bien pronto su lenguaje artístico derivará en un estilo más cercano al clasicismo de Guido Reni y Domenichino. Pronto se convertirá por tanto en uno de los principales exponentes del clasicismo barroco napolitano, y de hecho en algunas ocasiones trabajó junto a Francesco di Maria, el mayor representante de esta escuela. Sus primeras obras documentadas son “San Genaro” y “La masacre de los inocentes”, realizadas en 1651 para Cesare Zattara. A partir de su etapa juvenil se aprecia en su obra referencias al naturalismo de M. Stanzione, F. Vitale y C. y F. Fracanzano, influencias que se suman a las de Vaccaro y la del maestro desconocido de “Cristo y la mujer adúltera”, que aflorarán en varias ocasiones a lo largo de su trayectoria. No obstante, ya en una obra de 1652, la “Visión de San Antonio” que realizó para la iglesia de la Trinita dei Peregrini en Nápoles, se aprecia una disminución del naturalismo en favor de una sensibilidad cromática más cercana a la de Cesare Fracanzano, así como una cierta influencia de las obras que realizó Stanzione para la iglesia de Santa Brígida. Poco después, entre 1655 y 1656, ejecutó un cuadro de altar titulado “Aparición de Cristo y la Virgen a Santa Brígida” (Nápoles, Santa Brígida), obra con la cual pretendía rivalizar con Luca Giordano (quien había pintado el “Milagro de San Nicolás” para la misma iglesia en 1655), y a través de la que se evidencia que Farelli desarrolló un estilo personal e independiente, claramente identificable. En esta obra se aprecia su experiencia en el taller de Vaccaro y una construcción de los volúmenes más estricta. A partir de este momento su lenguaje irá evolucionando en la vía del color, con tonos dulces y suaves, y se caracterizará por una creciente importancia del clasicismo, que modulará las expresiones naturalistas de sus inicios. Especialmente patente en su estilo será el virtuosismo de su dibujo, de raíz académica, como se aprecia en los desnudos de la “Alegoría de las Artes” (Museo Nacional de l’Aquila). También por estos años dará cada vez una mayor importancia a los paños, trabajados de forma más suave, y su sensibilidad hacia la luz será más acusada, como vemos en la “Visión de San Juan Evangelista”, firmado y fechado en 1661, realizado para la iglesia homónima de Sulmona.
Atribuido a GIACOMO FARELLI (Roma, 1624 – Nápoles, 1706). “Santa Cecilia”. Óleo sobre lienzo. Reentelado del siglo XIX. Presenta repintes y marco h. 1850. Medidas; 123 x 93 cm; 143 x 115 cm (marco). Santa Cecilia de Roma fue una noble romana convertida al cristianismo y martirizada entre los años 180 y 230 d. C., cuya principal documentación fueron las Actas de Santa Cecilia, fechadas en el 480. En este texto se habla de “órganis”, palabra que se tradujo como órgano (musical), siendo así considerada patrona de la música y a menudo acompañada de este instrumento, aunque en este caso concreto aparece representada junto a un violín. Por las características técnicas la obra puede inscribirse en el círculo artistico de Giacomo Farelli, que se formó en el campo de la literatura en su Roma natal, pero pronto se trasladó a Nápoles para desarrollar su formación pictórica, como discípulo de Andrea Vaccaro. Ingresa en el taller de éste en 1644, y allí trabajó en numerosos grabados, especialmente de desnudos, alcanzando tal grado de imitación del maestro que algunas de sus primeras obras han sido a menudo confundidas con creaciones de Vaccaro. Así, Farelli evidencia en sus primeras pinturas una profunda influencia de su maestro, si bien pronto su lenguaje artístico derivará en un estilo más cercano al clasicismo de Guido Reni y Domenichino. Pronto se convertirá por tanto en uno de los principales exponentes del clasicismo barroco napolitano, y de hecho en algunas ocasiones trabajó junto a Francesco di Maria, el mayor representante de esta escuela. Sus primeras obras documentadas son “San Genaro” y “La masacre de los inocentes”, realizadas en 1651 para Cesare Zattara. A partir de su etapa juvenil se aprecia en su obra referencias al naturalismo de M. Stanzione, F. Vitale y C. y F. Fracanzano, influencias que se suman a las de Vaccaro y la del maestro desconocido de “Cristo y la mujer adúltera”, que aflorarán en varias ocasiones a lo largo de su trayectoria. No obstante, ya en una obra de 1652, la “Visión de San Antonio” que realizó para la iglesia de la Trinita dei Peregrini en Nápoles, se aprecia una disminución del naturalismo en favor de una sensibilidad cromática más cercana a la de Cesare Fracanzano, así como una cierta influencia de las obras que realizó Stanzione para la iglesia de Santa Brígida. Poco después, entre 1655 y 1656, ejecutó un cuadro de altar titulado “Aparición de Cristo y la Virgen a Santa Brígida” (Nápoles, Santa Brígida), obra con la cual pretendía rivalizar con Luca Giordano (quien había pintado el “Milagro de San Nicolás” para la misma iglesia en 1655), y a través de la que se evidencia que Farelli desarrolló un estilo personal e independiente, claramente identificable. En esta obra se aprecia su experiencia en el taller de Vaccaro y una construcción de los volúmenes más estricta. A partir de este momento su lenguaje irá evolucionando en la vía del color, con tonos dulces y suaves, y se caracterizará por una creciente importancia del clasicismo, que modulará las expresiones naturalistas de sus inicios. Especialmente patente en su estilo será el virtuosismo de su dibujo, de raíz académica, como se aprecia en los desnudos de la “Alegoría de las Artes” (Museo Nacional de l’Aquila). También por estos años dará cada vez una mayor importancia a los paños, trabajados de forma más suave, y su sensibilidad hacia la luz será más acusada, como vemos en la “Visión de San Juan Evangelista”, firmado y fechado en 1661, realizado para la iglesia homónima de Sulmona.
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