Icono; Rusia, principios del siglo XX. “Entrada triunfal en Jerusalén”. Tempera y oro sobre tabla tallada. Presenta faltas en el dorado y grieta en el registro central que afectan a la tempera. Medidas: 27 x 22,5 cm. Estéticamente la obra sigue las directrices estéticas propias de los iconos, donde los personajes poseen un canon alargado, una delimitación de los espacios de color a través de líneas negras, o por ejemplo el hieratismo. Además, tanto en la zona superior como inferior, y los laterales se puede apreciar caracteres cirílicos. Los iconos no pueden compararse con otras obras de arte en el sentido habitual de esta palabra. Los iconos no son cuadros. Los cuadros, con sus rasgos y colorido, hablan de los hombres y de los acontecimientos de la realidad concreta. En cambio, los iconos no representan, sino que constituyen en sí mismos otro mundo. Y lo hacen con medios de representación especiales, desarrollados a lo largo de los siglos. En ellos, el color desempeña un papel significativo, el de un lenguaje simbólico que debe expresar no el color de las cosas, sino su luminosidad, una luz que procede de más allá del mundo físico. Los espacios dorados de los iconos encarnan esta luz no terrestre, y el fondo dorado simboliza el espacio que “no es de este mundo”. En los iconos no hay sombras, porque en el reino de Dios todo está lleno de luz. En ellos tampoco existe el espacio habitual, como tampoco existen acontecimientos convencionales. El icono es una ventana abierta a un mundo de otra naturaleza, pero esta ventana se abre sólo para quienes poseen una visión espiritual.
Icono; Rusia, principios del siglo XX. “Entrada triunfal en Jerusalén”. Tempera y oro sobre tabla tallada. Presenta faltas en el dorado y grieta en el registro central que afectan a la tempera. Medidas: 27 x 22,5 cm. Estéticamente la obra sigue las directrices estéticas propias de los iconos, donde los personajes poseen un canon alargado, una delimitación de los espacios de color a través de líneas negras, o por ejemplo el hieratismo. Además, tanto en la zona superior como inferior, y los laterales se puede apreciar caracteres cirílicos. Los iconos no pueden compararse con otras obras de arte en el sentido habitual de esta palabra. Los iconos no son cuadros. Los cuadros, con sus rasgos y colorido, hablan de los hombres y de los acontecimientos de la realidad concreta. En cambio, los iconos no representan, sino que constituyen en sí mismos otro mundo. Y lo hacen con medios de representación especiales, desarrollados a lo largo de los siglos. En ellos, el color desempeña un papel significativo, el de un lenguaje simbólico que debe expresar no el color de las cosas, sino su luminosidad, una luz que procede de más allá del mundo físico. Los espacios dorados de los iconos encarnan esta luz no terrestre, y el fondo dorado simboliza el espacio que “no es de este mundo”. En los iconos no hay sombras, porque en el reino de Dios todo está lleno de luz. En ellos tampoco existe el espacio habitual, como tampoco existen acontecimientos convencionales. El icono es una ventana abierta a un mundo de otra naturaleza, pero esta ventana se abre sólo para quienes poseen una visión espiritual.
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