SALVADOR SÁNCHEZ-BARBUDO MORALES (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1857 – Roma, 1917). “Fantasia au déssert”, 1881. Óleo sobre lienzo. Firmado y fechado en la zona inferior derecha. Medidas: 58 x 104 cm; 71,5 x 117 cm (marco). A pesar de que las fuentes no revelan que Salvador Sánchez Barbudo, visitase nunca África, sus obras reflejaron temáticas de carácter orientalista como en este caso. El orientalismo nace en el siglo XIX como una consecuencia del espíritu romántico de huida en el tiempo y en el espacio. Los primeros orientalistas buscaban reflejar lo perdido, lo inalcanzable, en un viaje dramático destinado desde el principio al fracaso. Como Flaubert en “Salambó”, los pintores realizan minuciosos retratos de orientes y pasados imaginados, recreados al milímetro pero al fin desconocidos e idealizados. Interesado desde pequeño por el dibujo y la pintura, Sánchez-Barbudo inició su formación en el taller del restaurador Pedro Vera. A los diecinueve años se traslada a Sevilla para estudiar en la Escuela Provincial de Bellas Artes, gracias al apoyo de su protector y mecenas, el Marqués del Castillo, y allí se convertirá en discípulo de José Villegas. En 1878 viaja a Madrid para ampliar su formación, permaneciendo en la capital cuatro años. En 1881 toma parte en la Exposición Nacional de Bellas Artes y es galardonado con medalla de tercera clase por su obra “Un salón de esgrima”. Al año siguiente marcha a Roma junto a su maestro. Debido a la influencia de éste, y dado que Villegas era amigo de Rosales, Fortuny, Zamacois y otros, además de pintor con magnífica clientela (Vanderbilt, Stuard, Krupp…), Sánchez-Barbudo se inició en el género de moda, el historicismo costumbrista (conocido como temática de casacones). Fascinado por el ambiente artístico de la capital italiana, Sánchez-Barbudo decide instalarse y, desde entonces, hacer de la ciudad la protagonista de su pintura. Cultivó, además de los temas de casacones, las escenas de alta sociedad y el paisaje, en cuadros de pequeño formato, y destacó de manera especial en el retrato. Ocasionalmente envió obras a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de Madrid. En 1884 mandó a España el monumental lienzo titulado “Hamlet. Última escena”, con el que ganó una segunda medalla en la Nacional de ese mismo año. Exportó sus obras especialmente a Inglaterra, donde sus pinturas de costumbrismo historicista tuvieron una extraordinaria acogida, gozando él mismo de fama de pintor exquisito. Sánchez-Barbudo demuestra en sus obras un perfecto dominio de las bases del género: sabia combinación de naturalismo burgués y preciosismo de factura suelta. Su pincelada es rápida y precisa, y aporta al cromatismo una vibración y variedad totalmente personales. Trabajaba a base de toques menudos, tanto en las figuras como en los escenarios, prestando una especial atención a la atmósfera. Fue además un excelente acuarelista y grabador. En 1997 se le dedicó una exposición antológica.
SALVADOR SÁNCHEZ-BARBUDO MORALES (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1857 – Roma, 1917). “Fantasia au déssert”, 1881. Óleo sobre lienzo. Firmado y fechado en la zona inferior derecha. Medidas: 58 x 104 cm; 71,5 x 117 cm (marco). A pesar de que las fuentes no revelan que Salvador Sánchez Barbudo, visitase nunca África, sus obras reflejaron temáticas de carácter orientalista como en este caso. El orientalismo nace en el siglo XIX como una consecuencia del espíritu romántico de huida en el tiempo y en el espacio. Los primeros orientalistas buscaban reflejar lo perdido, lo inalcanzable, en un viaje dramático destinado desde el principio al fracaso. Como Flaubert en “Salambó”, los pintores realizan minuciosos retratos de orientes y pasados imaginados, recreados al milímetro pero al fin desconocidos e idealizados. Interesado desde pequeño por el dibujo y la pintura, Sánchez-Barbudo inició su formación en el taller del restaurador Pedro Vera. A los diecinueve años se traslada a Sevilla para estudiar en la Escuela Provincial de Bellas Artes, gracias al apoyo de su protector y mecenas, el Marqués del Castillo, y allí se convertirá en discípulo de José Villegas. En 1878 viaja a Madrid para ampliar su formación, permaneciendo en la capital cuatro años. En 1881 toma parte en la Exposición Nacional de Bellas Artes y es galardonado con medalla de tercera clase por su obra “Un salón de esgrima”. Al año siguiente marcha a Roma junto a su maestro. Debido a la influencia de éste, y dado que Villegas era amigo de Rosales, Fortuny, Zamacois y otros, además de pintor con magnífica clientela (Vanderbilt, Stuard, Krupp…), Sánchez-Barbudo se inició en el género de moda, el historicismo costumbrista (conocido como temática de casacones). Fascinado por el ambiente artístico de la capital italiana, Sánchez-Barbudo decide instalarse y, desde entonces, hacer de la ciudad la protagonista de su pintura. Cultivó, además de los temas de casacones, las escenas de alta sociedad y el paisaje, en cuadros de pequeño formato, y destacó de manera especial en el retrato. Ocasionalmente envió obras a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de Madrid. En 1884 mandó a España el monumental lienzo titulado “Hamlet. Última escena”, con el que ganó una segunda medalla en la Nacional de ese mismo año. Exportó sus obras especialmente a Inglaterra, donde sus pinturas de costumbrismo historicista tuvieron una extraordinaria acogida, gozando él mismo de fama de pintor exquisito. Sánchez-Barbudo demuestra en sus obras un perfecto dominio de las bases del género: sabia combinación de naturalismo burgués y preciosismo de factura suelta. Su pincelada es rápida y precisa, y aporta al cromatismo una vibración y variedad totalmente personales. Trabajaba a base de toques menudos, tanto en las figuras como en los escenarios, prestando una especial atención a la atmósfera. Fue además un excelente acuarelista y grabador. En 1997 se le dedicó una exposición antológica.
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