Escuela novohispana; segunda mitad del siglo XVIII. “Virgen de Guadalupe”. Óleo sobre vidrio. Presenta faltas y pérdidas sobre la capa pictórica. Presenta pérdidas en el marco. Medidas: 22 x 16,5 cm; 28,5 x 23 cm (marco). Pintado sobre vidrio el artista de esta obra nos presenta la figura de la virgen inscrita en un rompimiento de gloria dorado, que se envuelve de un fondo azulado que representan un cielo cubierto por delicadas nubes. El material utilizado como soporte genera una mayor luminosidad respecto a la aplicación del color, despertando así destellos sobre los mismos, que inundan la obra de una gran calidez. La iconografía guadalupana adquirió gran riqueza y variedad sobre todo a partir del siglo XVII. La representación que nos ocupa sigue fielmente la del lienzo original (atribuida al indígena Marcos Cípac, s.XVI): la media luna a sus pies sostenida por un ángel, los rayos orlando la figura, la mandorla, la corona, la tez oscura de la Virgen... Nuestra Señora de Guadalupe es una advocación mariana de la Iglesia católica, cuya imagen tiene su principal centro de culto en la Basílica de Guadalupe, en el norte de la ciudad de México. De acuerdo a la tradición oral mexicana, se cree que la Virgen María se apareció en cuatro ocasiones a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro del Tepeyac. Juan Diego, en la última aparición de la Virgen, llevó en su ayate unas flores que cortó en el Tepeyac, según la orden de la Virgen. Desplegó su ayate ante el obispo Juan de Zumárraga, dejando al descubierto la imagen de la Virgen María, morena y con rasgos mestizos. Los pueblos mesoamericanos desde tiempos remotos ya veneraban en el cerro del Tepeyac a una deidad llamada Tonantzin, de ahí que figure cierto sincretismo con la asimilación del mensaje traído por la Virgen María. Este suceso se conoció como el Milagro de las Rosas, y fue recogido en el “Nican Mopohua”, texto presuntamente escrito por el indio Antonio Valeriano. Cabe citar que, durante la dominación colonial española, se desarrolló una pintura principalmente religiosa, destinada a cristianizar a los pueblos indígenas. Los pintores locales tenían como modelo las obras españolas, que seguían de forma literal en cuanto a tipos e iconografía. Los modelos más frecuentes fueron los ángeles arcabuceros y las vírgenes triangulares, sin embargo, en los primeros años del siglo XIX, ya en tiempos de la independencia y apertura política de algunas de las colonias, varios artistas comenzaron a representar un nuevo modelo de pintura con una identidad propia.
Escuela novohispana; segunda mitad del siglo XVIII. “Virgen de Guadalupe”. Óleo sobre vidrio. Presenta faltas y pérdidas sobre la capa pictórica. Presenta pérdidas en el marco. Medidas: 22 x 16,5 cm; 28,5 x 23 cm (marco). Pintado sobre vidrio el artista de esta obra nos presenta la figura de la virgen inscrita en un rompimiento de gloria dorado, que se envuelve de un fondo azulado que representan un cielo cubierto por delicadas nubes. El material utilizado como soporte genera una mayor luminosidad respecto a la aplicación del color, despertando así destellos sobre los mismos, que inundan la obra de una gran calidez. La iconografía guadalupana adquirió gran riqueza y variedad sobre todo a partir del siglo XVII. La representación que nos ocupa sigue fielmente la del lienzo original (atribuida al indígena Marcos Cípac, s.XVI): la media luna a sus pies sostenida por un ángel, los rayos orlando la figura, la mandorla, la corona, la tez oscura de la Virgen... Nuestra Señora de Guadalupe es una advocación mariana de la Iglesia católica, cuya imagen tiene su principal centro de culto en la Basílica de Guadalupe, en el norte de la ciudad de México. De acuerdo a la tradición oral mexicana, se cree que la Virgen María se apareció en cuatro ocasiones a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro del Tepeyac. Juan Diego, en la última aparición de la Virgen, llevó en su ayate unas flores que cortó en el Tepeyac, según la orden de la Virgen. Desplegó su ayate ante el obispo Juan de Zumárraga, dejando al descubierto la imagen de la Virgen María, morena y con rasgos mestizos. Los pueblos mesoamericanos desde tiempos remotos ya veneraban en el cerro del Tepeyac a una deidad llamada Tonantzin, de ahí que figure cierto sincretismo con la asimilación del mensaje traído por la Virgen María. Este suceso se conoció como el Milagro de las Rosas, y fue recogido en el “Nican Mopohua”, texto presuntamente escrito por el indio Antonio Valeriano. Cabe citar que, durante la dominación colonial española, se desarrolló una pintura principalmente religiosa, destinada a cristianizar a los pueblos indígenas. Los pintores locales tenían como modelo las obras españolas, que seguían de forma literal en cuanto a tipos e iconografía. Los modelos más frecuentes fueron los ángeles arcabuceros y las vírgenes triangulares, sin embargo, en los primeros años del siglo XIX, ya en tiempos de la independencia y apertura política de algunas de las colonias, varios artistas comenzaron a representar un nuevo modelo de pintura con una identidad propia.
Try LotSearch and its premium features for 7 days - without any costs!
Be notified automatically about new items in upcoming auctions.
Create an alert