Escuela sevillana; 1853 “Paso por el puente”. Óleo sobre lienzo. Presenta restauraciones. Posee marco del siglo XIX. Medidas: 94 x 140 cm; 109 x 154 cm (marco). Esta escena oscila entre el paisaje y una representación de carácter costumbrista, la cual se refleja especialmente en los personajes que protagonizan la escena. Estos se encuentran situados en el centro de la imagen en primer plano, se trata de una pareja conformada por un hombre de pie y una mujer montada sobre un burro, que está siendo dirigido por el hombre. Es curioso, pero, aunque se encuentran de frente al espectador, ninguno de los protagonistas dirige su mirada hacia él, sino que giran el rostro, incluido el animal. Este rasgo invita a pensar que se trata de la representación de un arquetipo propio de la sociedad, idea que queda reforzada con el fuerte carácter regional que muestran los ropajes con los que están ataviados. Sin embargo, no hay que olvidar el paisaje que copa casi la totalidad de la escena, dejando ver un terreno montañoso, una construcción arquitectónica, situada en la izquierda de la composición y un gran lago, todo ello bañado por una luz dorada de gran calidez, propia de la paisajística de la escuela andaluza del siglo XIX. Cabe citar que la nueva pintura de costumbres del siglo XIX nace como una manera de interpretar un creciente sentimiento de conciencia nacional, ahora presente en la clase media mientras avanzaba hacia la hegemonía social. Hasta cierto punto, la preocupación de los pintores era profundizar en la visión de su país a través de un lenguaje, el de la pintura, que todo el mundo pudiera comprender, ayudando así al pueblo llano a comprender la naturaleza y el significado de su nacionalidad, especialmente tal como se había manifestado en el pasado reciente, todavía vivo en la memoria de los mayores. De las dos escuelas costumbristas fundamentales de la España del XIX, la sevillana y la madrileña, esta última se distingue del amable pintoresquismo de la primera en su visión más acre y dura, llegando en ocasiones a mostrar no sólo lo vulgar, sino incluso recreándose en visiones desgarradas de un mundo tópico barriobajero, en el que el ánimo de crítica es evidente.
Escuela sevillana; 1853 “Paso por el puente”. Óleo sobre lienzo. Presenta restauraciones. Posee marco del siglo XIX. Medidas: 94 x 140 cm; 109 x 154 cm (marco). Esta escena oscila entre el paisaje y una representación de carácter costumbrista, la cual se refleja especialmente en los personajes que protagonizan la escena. Estos se encuentran situados en el centro de la imagen en primer plano, se trata de una pareja conformada por un hombre de pie y una mujer montada sobre un burro, que está siendo dirigido por el hombre. Es curioso, pero, aunque se encuentran de frente al espectador, ninguno de los protagonistas dirige su mirada hacia él, sino que giran el rostro, incluido el animal. Este rasgo invita a pensar que se trata de la representación de un arquetipo propio de la sociedad, idea que queda reforzada con el fuerte carácter regional que muestran los ropajes con los que están ataviados. Sin embargo, no hay que olvidar el paisaje que copa casi la totalidad de la escena, dejando ver un terreno montañoso, una construcción arquitectónica, situada en la izquierda de la composición y un gran lago, todo ello bañado por una luz dorada de gran calidez, propia de la paisajística de la escuela andaluza del siglo XIX. Cabe citar que la nueva pintura de costumbres del siglo XIX nace como una manera de interpretar un creciente sentimiento de conciencia nacional, ahora presente en la clase media mientras avanzaba hacia la hegemonía social. Hasta cierto punto, la preocupación de los pintores era profundizar en la visión de su país a través de un lenguaje, el de la pintura, que todo el mundo pudiera comprender, ayudando así al pueblo llano a comprender la naturaleza y el significado de su nacionalidad, especialmente tal como se había manifestado en el pasado reciente, todavía vivo en la memoria de los mayores. De las dos escuelas costumbristas fundamentales de la España del XIX, la sevillana y la madrileña, esta última se distingue del amable pintoresquismo de la primera en su visión más acre y dura, llegando en ocasiones a mostrar no sólo lo vulgar, sino incluso recreándose en visiones desgarradas de un mundo tópico barriobajero, en el que el ánimo de crítica es evidente.
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