Escuela Novohispana; finales del siglo XVII. “Virgen de la cueva”. Madera y estuco policromado. Posee la Madera abierta. Presenta desgastes en el estuco. Medidas: 23,5 x 17,5 x 3 cm. Obra de carácter naif en la que se representa el busto de la Virgen, enmarcada en una orla de flores delicadas sobre un fondo blanco. La figura de la virgen queda remarcada o delimitada con una línea dorada que rodea toda la silueta de la efigie de la madre de Dios. El rosto suave y modelado, se muestra sereno ante el espectador, ataviada con el manto azul, y la túnica blanca habituales en su representación, de su cabeza emanan rayos de sol que dan cuenta de su divinidad. Cabe citar que, durante la dominación colonial española, se desarrolló un arte principalmente religiosa, destinada a cristianizar a los pueblos indígenas. Los artistas locales tenían como modelo las obras españolas, que seguían de forma literal en cuanto a tipos e iconografía. Los modelos más frecuentes fueron los ángeles arcabuceros y las vírgenes triangulares, sin embargo, en los primeros años del siglo XIX, ya en tiempos de la independencia y apertura política de algunas de las colonias, varios artistas comenzaron a representar un nuevo modelo de pintura con una identidad propia. Técnica y estilísticamente se inscribe dentro de la escuela quiteña, uno de los semilleros coloniales de arte religioso más importantes del mundo durante el periodo barroco. Artistas indígenas y mestizos se formaron en los talleres de los conventos de las capitales.
Escuela Novohispana; finales del siglo XVII. “Virgen de la cueva”. Madera y estuco policromado. Posee la Madera abierta. Presenta desgastes en el estuco. Medidas: 23,5 x 17,5 x 3 cm. Obra de carácter naif en la que se representa el busto de la Virgen, enmarcada en una orla de flores delicadas sobre un fondo blanco. La figura de la virgen queda remarcada o delimitada con una línea dorada que rodea toda la silueta de la efigie de la madre de Dios. El rosto suave y modelado, se muestra sereno ante el espectador, ataviada con el manto azul, y la túnica blanca habituales en su representación, de su cabeza emanan rayos de sol que dan cuenta de su divinidad. Cabe citar que, durante la dominación colonial española, se desarrolló un arte principalmente religiosa, destinada a cristianizar a los pueblos indígenas. Los artistas locales tenían como modelo las obras españolas, que seguían de forma literal en cuanto a tipos e iconografía. Los modelos más frecuentes fueron los ángeles arcabuceros y las vírgenes triangulares, sin embargo, en los primeros años del siglo XIX, ya en tiempos de la independencia y apertura política de algunas de las colonias, varios artistas comenzaron a representar un nuevo modelo de pintura con una identidad propia. Técnica y estilísticamente se inscribe dentro de la escuela quiteña, uno de los semilleros coloniales de arte religioso más importantes del mundo durante el periodo barroco. Artistas indígenas y mestizos se formaron en los talleres de los conventos de las capitales.
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