Escuela holandesa, hacia 1600. "Pueblo en paisaje". Óleo sobre tabla. Presenta microcraquelado, pero se encuentra en muy buen estado de conservación. Puede hacer pareja con el lote 35266807. Medidas: 26 x 32,5 cm.; 39,5 x 46,5 cm.(marco). La orografía apaisada característica de los Países Bajos se expresa en este paisaje con campos sembrados que fugan hacia un horizonte azulado. Un halo dorado tuesta la superficie de los campos, y detrás de ellos se dibuja una ciudad (quizás Utrecht o Rotterdam), con la catedral gótica señoreando entre las casas. La perspectiva ha sido trabajada intuitivamente por superposición de virajes cromáticos de parcela en parcela, demarcada por grosores de vegetación. La pintura holandesa se interesó tempranamente, en comparación con otras escuelas europeas, por la plasmación del paisaje como género independiente. A pesar de que en el siglo XVII el paisajismo sigue dependiendo del tema costumbrista, cobra ya un protagonismo innegable, como se aprecia en escenas como la que nos ocupa. Sin duda, fue en la pintura holandesa donde se manifestaron más abiertamente las consecuencias de la emancipación política de la región, así como de la prosperidad económica de la burguesía liberal. La conjunción del hallazgo de la naturaleza, de la observación objetiva, del estudio de lo concreto, de la valoración de lo cotidiano, del gusto por lo real y material, de la sensibilidad ante lo aparentemente insignificante, hizo que el artista holandés comulgase con la realidad del día a día, sin buscar ningún ideal ajeno a esa misma realidad. No pretendió el pintor trascender el presente y la materialidad de la naturaleza objetiva o evadirse de la realidad tangible, sino envolverse en ella, embriagarse de ella a través del triunfo del realismo, un realismo de pura ficción ilusoria, lograda gracias a una técnica perfecta y magistral y a una sutileza conceptual en el tratamiento lírico de la luz. A causa de la ruptura con Roma y de la tendencia iconoclasta de la Iglesia reformada, las pinturas de tema religioso acabaron por eliminarse como complemento decorativo con finalidad devocional, y además las historias mitológicas perdieron su tono heroico y sensual, de acuerdo con la nueva sociedad. Así el retrato, el paisaje y los animales, la naturaleza muerta y la pintura de género fueron las fórmulas temáticas que cobraron valor por sí mismas y que, como objetos propios del mobiliario doméstico –de ahí las reducidas dimensiones de los cuadros-, fueron adquiridas por individuos de casi todas las clases y estamentos sociales.
Escuela holandesa, hacia 1600. "Pueblo en paisaje". Óleo sobre tabla. Presenta microcraquelado, pero se encuentra en muy buen estado de conservación. Puede hacer pareja con el lote 35266807. Medidas: 26 x 32,5 cm.; 39,5 x 46,5 cm.(marco). La orografía apaisada característica de los Países Bajos se expresa en este paisaje con campos sembrados que fugan hacia un horizonte azulado. Un halo dorado tuesta la superficie de los campos, y detrás de ellos se dibuja una ciudad (quizás Utrecht o Rotterdam), con la catedral gótica señoreando entre las casas. La perspectiva ha sido trabajada intuitivamente por superposición de virajes cromáticos de parcela en parcela, demarcada por grosores de vegetación. La pintura holandesa se interesó tempranamente, en comparación con otras escuelas europeas, por la plasmación del paisaje como género independiente. A pesar de que en el siglo XVII el paisajismo sigue dependiendo del tema costumbrista, cobra ya un protagonismo innegable, como se aprecia en escenas como la que nos ocupa. Sin duda, fue en la pintura holandesa donde se manifestaron más abiertamente las consecuencias de la emancipación política de la región, así como de la prosperidad económica de la burguesía liberal. La conjunción del hallazgo de la naturaleza, de la observación objetiva, del estudio de lo concreto, de la valoración de lo cotidiano, del gusto por lo real y material, de la sensibilidad ante lo aparentemente insignificante, hizo que el artista holandés comulgase con la realidad del día a día, sin buscar ningún ideal ajeno a esa misma realidad. No pretendió el pintor trascender el presente y la materialidad de la naturaleza objetiva o evadirse de la realidad tangible, sino envolverse en ella, embriagarse de ella a través del triunfo del realismo, un realismo de pura ficción ilusoria, lograda gracias a una técnica perfecta y magistral y a una sutileza conceptual en el tratamiento lírico de la luz. A causa de la ruptura con Roma y de la tendencia iconoclasta de la Iglesia reformada, las pinturas de tema religioso acabaron por eliminarse como complemento decorativo con finalidad devocional, y además las historias mitológicas perdieron su tono heroico y sensual, de acuerdo con la nueva sociedad. Así el retrato, el paisaje y los animales, la naturaleza muerta y la pintura de género fueron las fórmulas temáticas que cobraron valor por sí mismas y que, como objetos propios del mobiliario doméstico –de ahí las reducidas dimensiones de los cuadros-, fueron adquiridas por individuos de casi todas las clases y estamentos sociales.
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