Escultura togada. Roma, Época Republicana, siglos II-I a.C. Mármol. Medidas: 112 x 47 x 39 cm. escultura; 70 x 56 x 52 cm peana. Escultura en mármol representando a un personaje masculino togado. La figura se muestra en actitud reposada, adivinándose un ligero contrapposto por la ondulación de la túnica en torno a la cadera. Plegados más profundos se combinan con otros más suaves, buscándose un tratamiento naturalista de los tejidos. La escultura romana de época republicana persigue el realismo, lo que se aprecia sobre todo en los retratos, donde los rasgos faciales son acentuados, pero también en la plasmación naturalista de los drapeados y su adherencia al cuerpo. En este caso, probablemente se trataba de un patricio romano. Los romanos aportaron dos importantes novedades al mundo de la escultura: el retrato y el relieve histórico, ninguno de los cuales existía en el mundo griego. Sin embargo, siguieron los modelos griegos para gran parte de su producción escultórica, base que en Roma se conjugará con la tradición etrusca. Tras los primeros contactos con la Grecia del clasicismo a través de las colonias de la Magna Grecia, los romanos conquistan Siracusa en el 212 a.C., una rica e importante colonia griega situada en Sicilia, adornada con gran número de obras helenísticas. La ciudad fue saqueada y sus tesoros artísticos llevados a Roma, donde el nuevo estilo de estas obras sustituyó pronto a la tradición etrusco-romana imperante hasta el momento. El propio Catón denunció el saqueo y la decoración de Roma con las obras helénicas, que consideró una peligrosa influencia para la cultura nativa, y deploró que los romanos aplaudieran las estatuas de Corinto y Atenas, ridiculizando a la vez la tradición decorativa en terracota de los antiguos templos romanos. No obstante, estas reacciones de oposición fueron en vano; el arte griego había sometido al etrusco-romano en general, hasta el punto de que las estatuas griegas se encontraban entre los premios más codiciados de la guerra, siendo exhibidas durante la procesión triunfal de los generales conquistadores. Poco después, en el 133 a.C., el Imperio recibió en herencia el reino de Pérgamo, donde existía una original y pujante escuela de escultura helenística. El enorme Altar de Pérgamo, el “Galo suicidándose” o el dramático grupo “Laocoonte y sus hijos” fueron tres de las creaciones clave de esta escuela helenística. Por otro lado, después de que Grecia fuera conquistada en el 146 a.C. la mayoría de artistas griegos se establecieron en Roma, y muchos de ellos se dedicaron a realizar copias de esculturas griegas, muy de moda entonces en la capital del Imperio. Así, se produjeron numerosas copias de Praxiteles, Lisipo y obras clásicas del siglo V a.C., dando lugar a la escuela neoática de Roma, el primer movimiento neoclásico de la Historia del Arte. No obstante, entre finales del siglo II a.C. y el principio del I a.C. se produjo un cambio en esta tendencia purista griega, que culminó en la creación de una escuela nacional de escultura en Roma, de la que surgieron obras como el Altar de Aenobarbus, que introducen ya un concepto narrativo típicamente romano, que se convertirá en crónica de la vida cotidiana y, a la vez, del éxito de su modelo político. Esta escuela será la precursora del gran arte imperial de Augusto, en cuyo mandato Roma se convirtió en la ciudad más influyente del Imperio y también el nuevo centro de la cultura helenística, como lo habían sido antes Pérgamo y Alejandría,
Escultura togada. Roma, Época Republicana, siglos II-I a.C. Mármol. Medidas: 112 x 47 x 39 cm. escultura; 70 x 56 x 52 cm peana. Escultura en mármol representando a un personaje masculino togado. La figura se muestra en actitud reposada, adivinándose un ligero contrapposto por la ondulación de la túnica en torno a la cadera. Plegados más profundos se combinan con otros más suaves, buscándose un tratamiento naturalista de los tejidos. La escultura romana de época republicana persigue el realismo, lo que se aprecia sobre todo en los retratos, donde los rasgos faciales son acentuados, pero también en la plasmación naturalista de los drapeados y su adherencia al cuerpo. En este caso, probablemente se trataba de un patricio romano. Los romanos aportaron dos importantes novedades al mundo de la escultura: el retrato y el relieve histórico, ninguno de los cuales existía en el mundo griego. Sin embargo, siguieron los modelos griegos para gran parte de su producción escultórica, base que en Roma se conjugará con la tradición etrusca. Tras los primeros contactos con la Grecia del clasicismo a través de las colonias de la Magna Grecia, los romanos conquistan Siracusa en el 212 a.C., una rica e importante colonia griega situada en Sicilia, adornada con gran número de obras helenísticas. La ciudad fue saqueada y sus tesoros artísticos llevados a Roma, donde el nuevo estilo de estas obras sustituyó pronto a la tradición etrusco-romana imperante hasta el momento. El propio Catón denunció el saqueo y la decoración de Roma con las obras helénicas, que consideró una peligrosa influencia para la cultura nativa, y deploró que los romanos aplaudieran las estatuas de Corinto y Atenas, ridiculizando a la vez la tradición decorativa en terracota de los antiguos templos romanos. No obstante, estas reacciones de oposición fueron en vano; el arte griego había sometido al etrusco-romano en general, hasta el punto de que las estatuas griegas se encontraban entre los premios más codiciados de la guerra, siendo exhibidas durante la procesión triunfal de los generales conquistadores. Poco después, en el 133 a.C., el Imperio recibió en herencia el reino de Pérgamo, donde existía una original y pujante escuela de escultura helenística. El enorme Altar de Pérgamo, el “Galo suicidándose” o el dramático grupo “Laocoonte y sus hijos” fueron tres de las creaciones clave de esta escuela helenística. Por otro lado, después de que Grecia fuera conquistada en el 146 a.C. la mayoría de artistas griegos se establecieron en Roma, y muchos de ellos se dedicaron a realizar copias de esculturas griegas, muy de moda entonces en la capital del Imperio. Así, se produjeron numerosas copias de Praxiteles, Lisipo y obras clásicas del siglo V a.C., dando lugar a la escuela neoática de Roma, el primer movimiento neoclásico de la Historia del Arte. No obstante, entre finales del siglo II a.C. y el principio del I a.C. se produjo un cambio en esta tendencia purista griega, que culminó en la creación de una escuela nacional de escultura en Roma, de la que surgieron obras como el Altar de Aenobarbus, que introducen ya un concepto narrativo típicamente romano, que se convertirá en crónica de la vida cotidiana y, a la vez, del éxito de su modelo político. Esta escuela será la precursora del gran arte imperial de Augusto, en cuyo mandato Roma se convirtió en la ciudad más influyente del Imperio y también el nuevo centro de la cultura helenística, como lo habían sido antes Pérgamo y Alejandría,
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