Escuela española, Seguido de BARTOLOMÉ PÉREZ; siglo XVII. “Bodegón con flores”. Óleo sobre tabla. Presenta faltas en la pintura y restauraciones antiguas. Posee faltas en el marco. Medidas: 50 x 35,5 cm; 55 x 41 cm (marco). En esta obra el autor presenta un bodegón de estética completamente barroca. Tanto la disposición del jarrón sobre un pedestal, sumado a la exuberancia de las flores que se encuentran en su momento máximo de esplendor, nos indican el gusto por un realismo llevado en cierto modo hacia el ilusionismo. La obra se acerca estéticamente a los bodegones realizados por el pintor Bartolomé Pérez, especialmente a aquellas composiciones florales que creo para adornar el “camón dorado” de Carlos II. Esta obra se inscribe dentro de la escuela madrileña surge en torno a la corte de Felipe IV primero y Carlos II después, y se desarrolla durante todo el siglo XVII. Los analistas de esta escuela han insistido en considerar su desarrollo como un resultado del poder aglutinante de la corte; lo verdaderamente decisivo no es el lugar de nacimiento de los diferentes artistas, sino el hecho de que se eduquen y trabajen en torno y para una clientela nobiliaria y religiosa radicada junto a la realeza. Respecto al desarrollo de la temática de bodegones, en concreto de las representaciones florales, la escuela de Madrid, vivió un gran esplendor del género. Dicho hecho se debe en gran medida a figuras como las de Bartolome Pérez y Juan de Arellano, especialista en composiciones florales, estableció su taller en el centro de Madrid: ya en 1646 tenía una en la calle de Atocha. Llegó a ser una de las más importantes de la capital, donde sus obras fueron conocidas y adquiridas por gran número de nobles, como así consta en los abundantes inventarios conservados. En su taller, además de las pinturas de flores, tenían cabida otros géneros como bodegones, retratos, paisajes, temas alegóricos y religiosos. Se tiene noticia de su colaboración con otros artistas que realizaban las figuras que Arellano rodeaba con sus composiciones florales, como es el caso de Francisco Camilo y Mateo Cerezo. Entre sus discípulos se encuentra su hijo José, que repite los modelos de su padre con una técnica menos depurada que acusa cierta sequedad y un cromatismo más apagado. Continuador de sus bodegones de flores es su yerno Bartolomé Pérez de la Dehesa, que hereda su interpretación sensual de la naturaleza aplicándola a composiciones más sosegadas.
Escuela española, Seguido de BARTOLOMÉ PÉREZ; siglo XVII. “Bodegón con flores”. Óleo sobre tabla. Presenta faltas en la pintura y restauraciones antiguas. Posee faltas en el marco. Medidas: 50 x 35,5 cm; 55 x 41 cm (marco). En esta obra el autor presenta un bodegón de estética completamente barroca. Tanto la disposición del jarrón sobre un pedestal, sumado a la exuberancia de las flores que se encuentran en su momento máximo de esplendor, nos indican el gusto por un realismo llevado en cierto modo hacia el ilusionismo. La obra se acerca estéticamente a los bodegones realizados por el pintor Bartolomé Pérez, especialmente a aquellas composiciones florales que creo para adornar el “camón dorado” de Carlos II. Esta obra se inscribe dentro de la escuela madrileña surge en torno a la corte de Felipe IV primero y Carlos II después, y se desarrolla durante todo el siglo XVII. Los analistas de esta escuela han insistido en considerar su desarrollo como un resultado del poder aglutinante de la corte; lo verdaderamente decisivo no es el lugar de nacimiento de los diferentes artistas, sino el hecho de que se eduquen y trabajen en torno y para una clientela nobiliaria y religiosa radicada junto a la realeza. Respecto al desarrollo de la temática de bodegones, en concreto de las representaciones florales, la escuela de Madrid, vivió un gran esplendor del género. Dicho hecho se debe en gran medida a figuras como las de Bartolome Pérez y Juan de Arellano, especialista en composiciones florales, estableció su taller en el centro de Madrid: ya en 1646 tenía una en la calle de Atocha. Llegó a ser una de las más importantes de la capital, donde sus obras fueron conocidas y adquiridas por gran número de nobles, como así consta en los abundantes inventarios conservados. En su taller, además de las pinturas de flores, tenían cabida otros géneros como bodegones, retratos, paisajes, temas alegóricos y religiosos. Se tiene noticia de su colaboración con otros artistas que realizaban las figuras que Arellano rodeaba con sus composiciones florales, como es el caso de Francisco Camilo y Mateo Cerezo. Entre sus discípulos se encuentra su hijo José, que repite los modelos de su padre con una técnica menos depurada que acusa cierta sequedad y un cromatismo más apagado. Continuador de sus bodegones de flores es su yerno Bartolomé Pérez de la Dehesa, que hereda su interpretación sensual de la naturaleza aplicándola a composiciones más sosegadas.
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