Escuela europea del siglo XIX “Paisaje” Óleo sobre lienzo Fechado y firmado “I. A. Romani” en el ángulo inferior derecho Medidas: 60 x 70 cm; 80 x 101 cm (marco) Uno de los aspectos más radicales de la pintura romántica fue el intento de sustituir los grandes lienzos de tema histórico o religioso por el paisaje. Pretendían que el paisaje puro, casi sin figuras o totalmente carente de ellas, alcanzara la significación heroica de la pintura de historia. Se basaban en la idea de que el sentimiento humano y la naturaleza debían ser complementarios, uno reflejado en el otro. Es decir, el paisaje debía despertar emoción y transmitir ideas. Así, paisajistas como el autor de esta tabla trataron de expresar sus sentimientos a través del paisaje, en vez de imitarlo. De hecho, el propio uso que ha hecho aquí el autor de la luz transmite una atmósfera de neblina, turbia, como de ensueño, que invita al espectador a meditar y a contemplarse a sí mismo en el paisaje. El paisaje romántico está constituido no obstante por manifestaciones de muy diverso tipo y no equiparables entre sí; no afecta por igual a todas las escuelas nacionales, manteniéndose más fiel a la tradición en escuelas como la francesa o la holandesa. Así, en este lienzo no encontramos las grandiosas escenografías de británicos y alemanes, las escarpadas montañas ni las monumentales ruinas góticas. Por el contrario, se trata de un paisaje en calma y de suaves tonos fríos. A tal efecto, no aparecen los elementos más típicos del paisaje romántico, como el clima hostil o la ruina gótica, aunque sí la neta separación entre los primeros planos, con árboles y una pequeña pradera, y el fondo inundado de montañas que se confunden con la bruma, cuyo punto de encuentro es el gran lago del centro de la composición. Por otro lado, no vemos ningún personaje habitando la naturaleza, lo que refuerza la calma y la tranquilidad generales de la composición, de enorme fuerza evocadora.
Escuela europea del siglo XIX “Paisaje” Óleo sobre lienzo Fechado y firmado “I. A. Romani” en el ángulo inferior derecho Medidas: 60 x 70 cm; 80 x 101 cm (marco) Uno de los aspectos más radicales de la pintura romántica fue el intento de sustituir los grandes lienzos de tema histórico o religioso por el paisaje. Pretendían que el paisaje puro, casi sin figuras o totalmente carente de ellas, alcanzara la significación heroica de la pintura de historia. Se basaban en la idea de que el sentimiento humano y la naturaleza debían ser complementarios, uno reflejado en el otro. Es decir, el paisaje debía despertar emoción y transmitir ideas. Así, paisajistas como el autor de esta tabla trataron de expresar sus sentimientos a través del paisaje, en vez de imitarlo. De hecho, el propio uso que ha hecho aquí el autor de la luz transmite una atmósfera de neblina, turbia, como de ensueño, que invita al espectador a meditar y a contemplarse a sí mismo en el paisaje. El paisaje romántico está constituido no obstante por manifestaciones de muy diverso tipo y no equiparables entre sí; no afecta por igual a todas las escuelas nacionales, manteniéndose más fiel a la tradición en escuelas como la francesa o la holandesa. Así, en este lienzo no encontramos las grandiosas escenografías de británicos y alemanes, las escarpadas montañas ni las monumentales ruinas góticas. Por el contrario, se trata de un paisaje en calma y de suaves tonos fríos. A tal efecto, no aparecen los elementos más típicos del paisaje romántico, como el clima hostil o la ruina gótica, aunque sí la neta separación entre los primeros planos, con árboles y una pequeña pradera, y el fondo inundado de montañas que se confunden con la bruma, cuyo punto de encuentro es el gran lago del centro de la composición. Por otro lado, no vemos ningún personaje habitando la naturaleza, lo que refuerza la calma y la tranquilidad generales de la composición, de enorme fuerza evocadora.
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